Y eso que Llach es demasiado benévolo con el “modelo”:
Entre 1931 y 1959, la Argentina fue el país cuyo producto por habitante menos creció entre los grandes de América latina. Mientras el continente casi duplicaba su nivel de vida, nosotros lo aumentamos poco más del 50 por ciento, siendo superados por Venezuela, Brasil y México, largamente, pero también por Chile, Colombia, Perú y Uruguay. ¿Qué tiene que ver esto con la Argentina de hoy? Bastante, porque en ese lapso nuestro país vivió el control de cambios mas largo e intenso de su historia, una herramienta que se aplicó también en muchos países, pero que aquí llegó al extremo, y a la que hemos retornado hoy con la sola compañía de Venezuela.
Hay diferencias cruciales entre entonces y ahora. La principal es la formidable escasez de divisas que siguió a la catástrofe iniciada en 1929, que derrumbó el volumen y los precios del comercio exterior. Sin políticas del tipo de las aplicadas el país no habría podido funcionar siquiera mínimamente. En marcado contraste, la escasez de divisas ha sido generada ahora por la política económica en medio de una bonanza externa sin precedente para la Argentina y que dura ya casi diez años. Surge inevitable la pregunta: si con un contexto así de favorable "deben" tomarse decisiones extremas, casi únicas en el mundo, ¿qué habría que hacer cuando las cosas estén realmente mal? ¿Acaso recurrir a la fuerza pública?
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