El término “primavera” fue aplicado en
los años 60 para el descongelamiento del régimen soviético que tuvieron países
como la entonces Checoslovaquia. Esto implicaba la apertura de un régimen
totalitario, el ablandamiento de la opresión estatal, la liberación del
individuo y la iniciativa personal. Aunque el régimen continuara, lo hacía de
una manera menos opresiva.
Posteriormente la expresión se
usó para los procesos de occidentalización de los países del Bloque Soviético
con posterioridad a 1989.
La extensión del término a los procesos ocurridos en Medio Oriente y
parte de África en los últimos años es una licencia de analistas y periodistas
superficiales, quienes se fijan más en la expresión de la masa y en su propio
imaginario de pueblos liberados de la
opresión, antes que en la seria interpretación del fenómeno subyacente.
El conjunto de la opinión pública, la gente y no pocos analistas no
sólo se han acostumbrado a mencionar el fenómeno de esa manera, sino que
también lo han considerado igual de erróneamente.
No recuerdo si lo hice, pero creo
haber posteado –por lo menos- dos artículos de Gabriel Albiac explicando el
fenómeno que se denomina erróneamente “Primavera
Árabe”. En ellos se daba cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo en la
zona en el término de poco más de un año.
Sintetizando:
Lo que ocurrió y ocurre todavía –en Siria, por ejemplo- es el cambio de
poder de sátrapas pro-occidentales tradicionales por una clase política ligada
al poder de Arabia Saudita y del islamismo más radical y anti-occidental.
No es, nunca fue, un movimiento de liberación de la gente, sino la
implantación, vía revueltas de masas, de regímenes teocrático-políticos
totalitarios, opresores y anti occidentales.
Quien quiera ver en esta planificada
partida de ajedrez, que está tocando a su fin en Siria, a esta altura del desenmascaramiento,
un movimiento espontáneo de gente oprimida merece –por lo menos- un premio a la
ingenuidad, además de nuestra más efectiva reprensión. No sólo está confundiendo
un fenómeno con su opuesto, sino que también está promoviendo una visión sobre
algo que es fatal para Occidente y para la libertad.
No está mal decirlo una vez más,
y todas las veces que sea necesario, claramente:
Las revueltas de los últimos dos años en Medio Oriente y ciertos países
de África con población mayormente islámica, no son movimientos espontáneos,
sino un movimiento cuidadosamente planificado para reemplazar regímenes
pro-occidentales por otros teocráticamente islámicos.
Y esa es sólo la primer partida
de una guerra más extensa. El movimiento necesario de asegurar Medio Oriente y
África del Norte para continuar avanzando sobre Europa. Después seguirán los
países sajones, Canadá y los mismos Estados Unidos de Norte América.
Lo que vivimos es el “Otoño del
Islam”. Cuando se instale, estático, feroz, definitivo, el “Invierno Islámico” en Europa, como en la
Primera Guerra Mundial, las trincheras estarán allí. Pero mucho más cercanas, en
las esquinas, en las calles, las escuelas, los parlamentos, las instituciones y
las casas de la población occidental.
La ingenuidad, el error en el análisis, la culpa de Occidente, son, en
este caso, irreparables, mortales. Y arrastran a la destrucción de toda nuestra
cultura con ellos. Conviene corregir inmediatamente esa visión liviana de lo
que está ocurriendo.
Tan bueno como inquietante su comentario, DF. Habrá que ajustarse el chador para pasar el invierno.
ReplyDeleteTodo lo bueno que logró Occidente en varios siglos lo está perdiendo con un par de generaciones de estúpidos relativistas culturales.
Coincido con tu excelente análisis. Debemos empezar por reconocer que más que por los valores del colectivismo -no los tiene- su avance se debe a la defección y el sentimiento de culpa de quiénes debieran defender al individualismo, que surgiera del acuerdo de tolerancia que puso fin a uno de los períodos más oscuros de la historia.
ReplyDeletePreservar la civilización no implica renunciar a la violencia defensiva. No se debe ser tolerante con los intolerantes.