Una de las grandes taras nacionales y populares.
Muchos argentinos en general, y los colectivistas muy en particular, están convencidos de que existen ciertas actividades económicas que son buenas en sí mismas, independientemente de si generan bienes o servicios que tienen demanda genuina.
En algún momento deberían terminar de entender que existen economías de mayores ingresos que otras no por un complot internacional para robarse sus riquezas sino porque hacen una asignación más eficiente de recursos escasos que tienen usos alternativos.
Lo más dramático del asunto es que, aun si fuera cierto que la actividad industrial es buena en sí misma, la mejor manera de favorecerla no es mediante subsidios, devaluaciones, inflación, aislados del mundo y medidas discrecionales sino con una moneda estable, una economía abierta, respeto por los contratos y el derecho de propiedad y estabilidad de reglas del juego.
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