Saqueo y enriquecimiento personal no son accidentes en la forja del nacionalismo. Son su esencia. La estafa de un banco quebrado puede transubstanciarse en épica nacional. Basta con que el acechado por los jueces pueda envolverse en la sagrada bandera. Y el robo será sacrificio patrio. Y el banquero turbio, dirigente mártir sobre el altar en el cual la patria honra a sus hijos mejores: no es a él a quien los enemigos quieren ominosamente crucificar; es a la patria. Envite turbio, pero altamente rentable. Si Estado y jueces siguen adelante, la llamada a los ideales primigenios -tierra, sangre, lengua- arrastrará fácilmente a una multitud que nada desea tanto cuanto ser sierva de un destino. Si Estado y jueces reculan, la piedra angular habrá sido asentada. Y el ungido ascenderá a Profeta. Y su voz sentará doctrina, inserta en las raíces hondas del alma colectiva de su pueblo. Y nadie querrá escuchar al viejo Dr. Johnson: «el patriotismo, ese último refugio de un canalla». Es tan grato dejarse acunar por la creencia en el elegido Y en los suyos. Y asistir al espectáculo de su prodigiosa fortuna con la plácida admiración de los siervos ante el resplandor de los señores. La familia -que resplandece- es la nación. No ya su emblema, no ya su metáfora o símbolo: apellido familiar y nombre patrio acabaron por ser lo mismo.Exhibido en espectáculo de comunal religión, el delito se convierte en liturgia y es amable. Y nadie va a pagar nunca por lo hecho: ya se trate de extorsión, estafa o robo. Ni pagará en cárcel, ni en devolución, ni mucho menos en pérdida de fe política. A más expoliación, mayor admiración comunal de los creyentes. Es la fiesta, la gran fiesta nacionalista:«Él sabía que nada une con mayor firmeza que los delitos cometidos en común. La prueba estaba en violar la ley en interés del partido: era el mejor sistema de control. El mismo resultado, pero en más agradable, se obtenía convidando al pillaje que tanto anhelaban todos. La solidaridad entre los dirigentes del partido no era otra cosa que una complicidad. Cada uno de ellos dependía de todos los otros. Tal fue el sentido y objetivo profundo de su consigna: ¡Enriqueceos». (Hermann Rauschning: Conversaciones con Hitler, 1932-1934).
Jan 14, 2013
Nazión, Familia y Robo.
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excelente
ReplyDeleteAsh Nazg durbatulûk,
ReplyDeleteash Nazg gimbatul,
ash Nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul.
¿Te atragantaste, JL?
DeleteLord of the Rings, don Freeman. Mestraña ;)
DeleteJaja. En realidad, Tolkien se atragantó. Es la inscripción en el Anillo Único:
DeleteUn Anillo para gobernarlos a todos,
un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.
Es la corrupción. El "robemos entre todos". Es el anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.