MARTES 23 de marzo de 2004
La selectividad de la memoria
Por Rosendo Fraga
La memoria siempre es selectiva. Es un reflejo psicológico normal recordar lo que uno quiere y olvidar lo que no quiere. El tiempo es, además, el tiempo de esta selección que construye, desconstruye y deforma los acontecimientos, hechos, experiencias y vivencias.
Esta selectividad es inevitable en los pueblos, pero los gobiernos, a quienes les corresponde establecer una memoria estatal, deben evitar la subjetividad que los lleva a construir una memoria parcial o unidireccional, sobre todo cuando hay países que, como la Argentina, tienen dificultades para procesar su historia.
El año pasado tuvo lugar un hecho central, como fue el sesquicentenario de la sanción de la Constitución de 1853. En mi opinión, es el hecho histórico central para la construcción de la Argentina después de la declaración de la Independencia.
El 1º de mayo de ese año nació la continuidad institucional argentina. Una simple revisión de nuestro proceso histórico nos muestra que mientras se respetó la continuidad institucional de nuestro país entre 1853 y 1930 –todas las crisis fueron resueltas en el marco constitucional–, la Argentina logró tener el mejor desarrollo económico del mundo y ser el país que recibió más inmigración europea con referencia a su población originaria.
Cabe recodar que en este período, la Corte Suprema fue el más estable de los poderes. Nunca se aumentó o redujo la cantidad de miembros, se forzó una renuncia o se promovió un juicio político. Es más: entre 1904 y 1928, a lo largo de siete presidentes -desde Roca hasta Yrigoyen- el país tuvo el mismo presidente de la Corte, que fue el doctor Antonio Bermejo.
No haber recordado el aniversario de la Constitución implica un imperdonable olvido para la necesaria memoria de nuestro país. Y creo que fue olvidado, porque recordarlo es tener que reconocer que la ideología básica que permitió a la Argentina ser el país que más progresó en el mundo, implica tener una mirada crítica respecto de cómo se están encarando muchos de los problemas del país.
A ello se agrega que el 4 de junio del año pasado se conmemoraron los sesenta años del golpe militar que desplazó al presidente Castillo y que dio por tierra con la democracia limitada que había tenido lugar entre 1930 y 1943. ¿Por qué tampoco se recordó este hecho, que tuvo un papel importante en la evolución político-institucional del país? Supongo que la razón ha sido que hacerlo es asumir que el partido que hoy gobierna la Argentina, el peronismo, al cual pertenece el presidente Néstor Kirchner, surgió de un golpe militar y que su líder y fundador fue figura clave de ese golpe y ministro de Guerra, secretario de Trabajo y hasta vicepresidente de un gobierno de facto.
Si bien se trata de un suceso que tiene una lógica histórica, visto desde la perspectiva de hoy, parece una gruesa contradicción ideológica que el partido que hoy gobierna la Argentina haya tenido su origen en un golpe militar, y que su líder y fundador haya sido vicepresidente de facto.
Incluso la misma memoria de Perón está siendo relativizada por el simple hecho de que explicar a las nuevas generaciones que se trataba de un militar puede parecer contradictorio en momentos en que las fuerzas armadas y sus errores son sindicados como única causa de los desastres nacionales.
Se prefiere olvidar el sesquicentenario de la sanción de la Constitución de 1853 y el golpe de 1943 para centrar la memoria exclusivamente en los veintiocho años del último golpe militar.
En la conmemoración de este hecho vuelve a plantearse una visión selectiva. Si recordamos el golpe militar, lo lógica hubiera sido ubicar la Casa de Gobierno como escenario de la conmemoración y, además, hacer participar de ella al presidente constitucional de entonces, que es Isabel Martínez de Perón, quien vive en Europa.
¿Por qué en la conmemoración del vigésimo octavo aniversario del último golpe militar decidimos olvidar nada más y nada menos que al Presidente constitucional derrocado, que además vive?Es que recordarla es reconocer que las violaciones a los derechos humanos que tuvieron lugar en los años ’70 no comenzaron exactamente el 24 de marzo de 1976 como se plantea en la conmemoración del golpe al centrarla en el predio de la ex Esma y en la represión ilegal.
Recordar a Isabel es tener que reconocer que la Argentina estaba viviendo un período de violencia inédito, que los asesinatos y atentados terroristas, como las detenciones ilegales, torturas y desapariciones habían comenzado tiempo antes del golpe militar y que el proceso se había iniciado durante un gobierno constitucional. Por esta misma razón, se decidió impedir que este año se conmemorara el trigésimo aniversario del ataque terrorista al Regimiento Blindado de Azul en 1974 o el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizado de La Tablada de 1989.
En el Gobierno nacional sólo el ministro de Defensa señaló la necesidad de reconocer que existió una agresión terrorista en los años que se produjeron las violaciones a los derechos humanos. Pero, paradójicamente, no se permitió incluir dicho concepto en la autocrítica del almirante Godoy y cuando el jefe de la Fuerza Aérea realizó una reflexión análoga ello motivó un injustificado enojo del Gobierno.
El problema se presenta cuando una memoria selectiva en lugar de resolver problemas puede generarlos. Los jóvenes que en el centro de Buenos Aires el jueves 18 de marzo agredieron físicamente a un hombre de 81 años como Roberto Alemann en un hecho que no tuvo el necesario repudio por parte de las autoridades oficiales, hicieron lo que hicieron impulsados por una memoria selectiva de la historia. Es que la memoria y su interpretación nos pueden llevar a la tolerancia política o también al odio.
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