Sep 30, 2004

Las Ideas Zombies

14 de marzo de 2004

Las ideas zombies que mantienen en el atraso a América latina

Esta es la primera de una serie de cuatro notas sobre un encuentro en Colombia, en el que participaron ex presidentes y escritores, sobre democracia, desarrollo y terrorismo en Iberoamérica.

.CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.- El presidente del gobierno español, José María Aznar, ha decidido no presentarse para una reelección, pese al alto nivel de popularidad alcanzado en su país. No imaginaba el brutal atentado que ahora llena de luto a su país y todas las regiones civilizadas del planeta. Antes de retirarse con gloria urdió proveer a su último viaje oficial latinoamericano con algunos elementos político-culturales de resonancia: inaugurar en el maravillosamente restaurado convento de Santo Domingo un Centro de Cooperación entre España e Iberoamérica, proclamar su lucha inflexible contra el terrorismo y participar de un Foro sobre Democracia y Desarrollo que penetre sin concesiones en la rocosidad de complejidades que caracterizan a las dos palabras.

.A este foro, con carácter de seminario cerrado, fuimos invitados por Aznar, la Fundación Internacional para la Libertad y otras organizaciones, un limitado número de personas: el presidente colombiano, Alvaro Uribe; los ex presidentes Sanguinetti (Uruguay), Jorge Quiroga (Bolivia), Fernando Henrique Cardoso (Brasil) y Belisario Betancourt (Venezuela), junto a los escritores Mario Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner, Enrique Krauze, Plinio Apuleyo Mendoza, Jean-François Revel, Jorge Edwards y el que suscribe.

.En las conversaciones previas Carlos Alberto Montaner me informó sobre el impacto que le había producido una expresión de Ana Palacio, canciller de España, sobre las ideas zombies. No dudó Montaner en incluir a los pocos días esta definición en su artículo sobre el dramático retroceso que amenaza a El Salvador, y me anticipó que lo haría en su exposición ante el foro. "Tú sabes -me dijo- que los zombies son muertos vivientes creados por la imaginación popular. Y así como se supone que deambulan por el planeta unas criaturas capaces de moverse y respirar, pese a estar muertas, hay ideas erróneas y contraproducentes, desacreditadas por la realidad, que continúan influyendo en personas inmunes a los efectos de la experiencia." Eso es algo que en América latina ocurre, por ejemplo, con las ilusiones que aún despiertan el Estado dirigista, el control de precios, la protesta eterna, cantar a la libertad y empujar hacia el autoritarismo, igualar para abajo, rechazar la meritología y abrazarse a la consoladora superstición de que la culpa de nuestros padecimientos la tiene una malvada conspiración externa.

.Carlos Alberto tiene razón, pensé. Los zombies son criaturas siniestras que generan terror y rechazo. Estremecen la imaginación popular. Yo mismo los he incorporado con todos sus estigmas repugnantes en una de mis novelas. Pero nunca se me había ocurrido que mantienen tanta vigencia en la realidad concreta, como ideas que operan e influyen.

.Una fascinación letal
.En los diálogos del foro -coordinados por Mario Vargas Llosa, quien iluminaba con sus preguntas y apostillas- se profundizó el asunto. La tradición mágica latinoamericana provee "muertos vivos" que andan por el mundo con poder de fascinación letal. Los zombies derivan de creencias haitianas, pero se han difundido y arraigado de forma preocupante, despectivos con la historia y la razón. Gozan de frankensteiniana potencia, al extremo de oscurecer la mente y no permitir siquiera advertir que hay países donde también tuvieron poder, pero "fueron enterrados con una estaca en el pecho, como en los casos de España y Chile".

.Hoy en día -enfatizaron Montaner y Vargas Llosa-, nadie en España sueña con ganar elecciones con las propuestas que son moneda corriente en varios países de América latina. El debate en nuestro continente -agregaron- carece de espesor y de modernidad, porque los zombies continúan generando una visión distorsionada, antigua, confusa. Las universidades, en lugar de expandir luz despejante, son cajas de resonancia para consignas desacreditadas en los países exitosos. Muchos medios de prensa no advierten su responsabilidad sanitaria, y no contribuyen a limpiar los ojos del polvillo que enceguece y empuja hacia reiterados y cada vez más abisales fracasos. En América latina se polemiza con dogmas de jardín jurásico y se esgrimen teorías herrumbradas, objeto de vergüenza o de sonrisas desdeñosas en los sitios que lograron superarlas. Los zombies prevalecen, no a pesar de la creciente miseria, sino alimentados por la miseria. Los nutre la carroña.

.Si no se consigue enterrar las ideas zombies, América latina seguirá cayendo y reproducirá sus dolorosos fracasos; aumentará la pobreza, la inseguridad y el deterioro generalizado de la calidad de vida.

.Montaner recordó que cuando el presidente Néstor Kirchner estuvo en España, dijo a la prensa: "Yo quiero que la Argentina sea un país normal". Era un deseo modesto, nada fulgurante, pero de relevancia. No explicó, sin embargo, qué significaba para él un país normal. Probablemente se refería a modelos como Holanda, Suecia, Bélgica, Inglaterra, donde son inconmovibles las instituciones, donde el poder alterna y es transferido de acuerdo con las leyes, donde no hay sobresaltos por el humor de los funcionarios o el consejo de las encuestas, donde prevalece la economía de mercado con reglas de juego estables, donde la palabra y los contratos se cumplen a rajatabla. ¿Cómo se logra un país normal si no se apunta con decisión y claridad hacia las características de los países normales, es decir, los que son serios, prósperos y previsibles?

.Paradigmas del atraso
.El mexicano Enrique Krauze denunció cuatro paradigmas del atraso ancestral latinoamericano que parecían haberse conseguido superar en los últimos quince años: el militarismo, la revolución (marxista-leninista-estalinista-trotskista-maoísta), el populismo y las economías cerradas. Los cuatro paradigmas han sido reiteradamente ensayados e intoxicaron pueblos y décadas enteras. Pero de los cuatro paradigmas, sólo el militarismo ha quedado atrás. Los otros están en proceso de retorno, encubiertos por diversas máscaras. Recordó, como ejemplo, que a comienzos de enero de 1994 el subcomandante Marcos puso en marcha su pública metamorfosis: ordenó a sus huestes ideológicas y sociales en Chiapas que no usaran más la palabra socialismo, sino indigenismo. Para tener éxito no convenía presentarse como marxista.

.Tampoco el populismo ha sido totalmente superado, como lo revela el preocupante caso de Venezuela y el doble giro que se opera actualmente en la misma México: por una parte el presidente parece inclinado a ceder la investidura a su mujer, que aspira a reproducir las técnicas conmovedoras y asistencialistas de Eva Perón, y por la otra crece la candidatura de López Obrador, que fascina con sus demagógicos desenfrenos.

.El tercer paradigma es reinstalado por la satanización del liberalismo o neoliberalismo -que, en puridad, nunca se aplicó de forma consecuente en América latina, sino infectado por la corrupción, inestabilidad, autoritarismo y asistencialismo clientelista- y hace suponer que es más beneficioso el retorno a las economías cerradas.

.Krauze insistió en que la democracia no sólo se mide por la periodicidad y limpieza de las elecciones, sino por la calidad del debate público. Un bajo nivel de debate es signo evidente de subdesarrollo. Esa situación bloquea los cambios estructurales que sacarían a nuestros países de sus ciclos decadentes, como ha ocurrido con España. Krauze, además, por ser un inteligente crítico de los Estados Unidos, tuvo la temeraria visión de señalar que es urgente analizar el aislamiento que sufre la primera potencia mundial. "Tenemos que construir puentes -dijo- hacia los políticos de ese país, para frenar su peligroso autismo y relanzar sobre nuevas bases la fértil idea del panamericanismo." Eso traería bendición a todo el continente, contribuiría a vencer los fosilizados paradigmas que aún se empeñan en maniatarnos -ideas zombies- y nos ayudaría a ingresar en la plena modernidad.

.Por Marcos Aguinis Para LA NACION

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