Jueves, 16 de diciembre de 2004
Opinión / Roberto Cachanosky
Crisis: hecha en la Argentina, por políticos argentinos
Para entrar en la senda del crecimiento y poder convertirnos en un país desarrollado no es preciso pagar toda nuestra deuda con el FMI. Al contrario, lo que hace falta es que empiece a regir la cordura y la racionalidad en nuestra clase política.
Pareciera ser que para la dirigencia política progre y populista, la Argentina se endeudó por mandato del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los permanentes ataques al FMI y la desesperación por no negociar con ese organismo muestran un extremo grado de ideología barata. Y no porque el FMI sea la institución ejemplar por excelencia. Al contrario, personalmente creo que el FMI debería desaparecer. Pero las causas del endeudamiento son producto del déficit fiscal de los 90, el que a su vez se produjo por el feroz aumento del gasto público a lo largo de esos años para que la Nación y las provincias gastaran alegremente.
El dato relevante a tener en cuenta pasa por considerar dos datos fundamentales: 1) el aumento del gasto público fue aprobado por ley del Congreso a lo largo de los 90, y 2) el financiamiento vía deuda del déficit fiscal producto del aumento del gasto también fue aprobado por ley del Congreso.
Tanto el aumento del gasto como el endeudamiento fueron autorizados por el Congreso gracias a que el peronismo tenía la mayoría en ambas cámaras, lo que le permitía seguir con la fiesta.
De manera que, salvo que el FMI tuviera representantes tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, el endeudamiento es única responsabilidad del peronismo. El mismo partido político que llevó al poder a Kirchner y el mismo partido político que hoy le otorga los superpoderes para que maneje los fondos de los contribuyentes a su antojo.
Como dato curioso, uno no puede menos que sorprenderse de las constantes críticas que Kirchner le formula al FMI. ¿Por qué? Porque Kirchner es un populista keynesiano y Keynes fue uno de los impulsores del FMI.
Ahora bien, dejando de lado esta contradicción de Kirchner -que, por otro lado, no es más que otra contradicción entre las tantas que tiene en su política en general-, la pregunta que cabe formularse es: ¿qué es lo que podría hacer Kirchner en materia de política económica si la Argentina no estuviera endeudada con el FMI? ¿Acaso cree el presidente que, si por esas cosas de la vida pudiera pagarle toda la deuda al FMI, podría lanzarse a aumentar los salarios a ritmo acelerado, terminar de violar todos los derechos de propiedad y no arreglar el tema de las tarifas de los servicios públicos sin que explotara la economía?
Al margen de todos los errores que cometió el FMI con la Argentina y otros países, en nuestro caso en particular la decadencia económica que venimos soportando desde hace décadas es fruto de los disparates producidos localmente. La crisis que tenemos es totalmente “made in Argentina” y por políticos argentinos.
Si mañana, por esas casualidades de la vida, tanto el FMI como los bonistas decidieran perdonarnos toda la deuda y la Argentina pasara a tener endeudamiento cero, no por eso al otro día tendríamos una interminable cola en las fronteras con argentinos y extranjeros intentando entrar al país con carretillas llenas de dólares para invertir.
La inseguridad jurídica, la arbitrariedad en las reglas de juego y la imprevisibilidad en el comportamiento de los políticos argentinos son las barreras más importantes que hoy tiene el país para poder salir adelante. No es el FMI el que está trabando nuestro crecimiento. Son los políticos que detentan el poder los que asustan a los inversores, son los impuestos confiscatorios, es el avance del Estado sobre los derechos de propiedad, es la ausencia de una justicia que le ponga límite a los atropellos del Ejecutivo o a los disparates que legisla el Congreso los factores que impiden que lleguen las inversiones, el país crezca y la población pueda salir de la pobreza, el atraso y la indigencia.
La realidad que le ha tocado vivir a la Argentina es que, hasta la crisis de Rusia, cada vez que un país entraba en default aparecía el FMI, que, como el Séptimo de Caballería, venía a salvar a los tenedores de bonos del desastre.
Cuando a fines de 1994 México entró en crisis, Washington armó un fenomenal paquete de ayuda, que todos interpretaron que era para ayudar al gobierno mexicano. Falso: ese paquete de ayuda fue para salvar a los fondos de inversión y bancos que tenían bonos del gobierno mexicano y de países emergentes. Más precisamente, fue un paquete de ayuda para salvar a Wall Street del descalabro. Un mecanismo parecido se produjo con las crisis del sudeste asiático y de Rusia.
Pero a la Argentina le tocó ser el primer país que tuvo que afrontar las nuevas reglas de juego. El FMI dejó de ser el Séptimo de Caballería y los acreedores de nuestro país se quedaron sin que nadie los ayudara, con el agravante de que en la Argentina, lejos de aplicarse políticas racionales que restituyeran la confianza, se desató una especie de orgía de lo absurdo.
De manera que aquí no se trata de “sacarse de encima” al FMI para poder crecer, acá lo que hace falta es que, de una vez por todas, empiece a regir la cordura y la racionalidad. Y, lamentablemente, la cordura y la racionalidad son bienes escasos entre la dirigencia política argentina que detenta el poder. © www.economiaparatodos.com.ar
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