(Relacionado con mi post anterior, un artículo de Marcos Aguinis en La Nacion, de marzo de este año)
17 de marzo de 2004
El indigenismo, una nueva cara para una misma falsedad
Resulta tan engañoso como el marxismo
Promete acabar con las injusticias padecidas por los indígenas, pero sólo profundizará su marginación
Sus ideales igualitarios impulsan a uniformar hacia abajo
CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.- Rondó entre los participantes del Foro Iberoamericano una sentencia de Voltaire: "El futuro no pertenece a quien lo espera, sino a quien lo prepara". Hoy podríamos agregar que en América latina ocurre algo peor: preparan el pasado.
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Enrique Krauze, historiador, crítico de la política norteamericana y de muchos males locales, introdujo el tema del indigenismo. A sus fundadas palabras las enriqueció Mario Vargas Llosa, quien sintetizó una estremecedora semblanza de este fenómeno que ahora se extiende desde México hasta Chile.
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Los antropólogos han realizado un trabajo monumental. Gracias a ellos se internalizó la obligación de respetar las diferencias, sobre todo las diferencias culturales y, en primer lugar, las de los indígenas. Pero una cosa es defender los rasgos específicos de una cultura, preservarlos, difundirlos, y otra muy distinta es poner en marcha una ideología política que impulsa proyectos regresivos.
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Krauze había denunciado como uno de los paradigmas desastrosos del continente al marxismo-estalinismo que empezó a propagarse en la década de los 60. Entonces existía la Guerra Fría. Cuba y la Unión Soviética estimulaban la desestabilización de varios países con un indisimulado objetivo imperial. El Che Guevara quería incendiar el planeta con decenas de Vietnam sin importarle qué quedaría después. En los 60 se descuartizaron democracias, se frustraron proyectos de crecimiento sostenido, se estimularon los golpes de Estado y se puso en práctica la represión más desaforada. Ese marxismo violento fue una epidemia que no trajo desarrollo, sino devastación y atraso por acción y reacción.
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El indigenismo es una nueva muestra de la misma falsedad, completó Vargas Llosa. Con la excusa de reivindicar derechos, recuperar tierras, salvar culturas y liberar de la opresión, reedita caminos condenados a la desgracia. Busca la fractura de las democracias, y ya hay ejemplos claros en Ecuador, Perú y Bolivia. Propone el colectivismo basado en mitos precolombinos en lugar de reforzar los derechos individuales, que son la mejor conquista del hombre, infaltables en los países exitosos.
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De modo indirecto son racistas, porque dividen a la población en etnias, y enmascaran la desacreditada guerra de clases con la beligerancia de nativos contra inmigrantes explotadores. Promueven el retroceso a la tribu. Descienden al atraso, la pobreza y el desdén por los adelantos de la ciencia. Son profundamente reaccionarios y antihumanistas. Sus ideales igualitarios sólo impulsan a uniformar para abajo.
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Hice recordar al Foro que el líder boliviano Felipe Quispe afirmó que "si una parte de la sociedad calza zapatos y otra ojotas, pues que todos calcen ojotas". Impresionante. Suena como una justicia maximalista e irrebatible.
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Pero a tamaña propuesta se le debe responder que "si una parte calza zapatos y otra ojotas", que se haga lo necesario para que todos puedan acceder a los zapatos. Esto, desde luego, no resulta aceptable a los violentos. Más sonora es la expropiación compulsiva y el distribucionismo demagógico, aunque la igualdad conseguida sean el hambre y la miseria. Para que todos calcen zapatos, en cambio, hay que subir en vez de bajar. Hay que usar la imaginación y la disciplina, establecer reglas de juego, fomentar la cultura del trabajo, abrir la mente, competir, incorporar ciencia y tecnología.
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Julio María Sanguinetti brindó una pintura inolvidable sobre el avance del mito sobre la historia y la verdad. En materia de indigenismo también hay noticias en su país, contó. Algunos hablan del charruismo, aunque nadie en el Uruguay nunca vio un indio charrúa... Cosa parecida sucede en México -completó Krauze-, donde el subcomandante Marcos ha decidido no alejarse de la selva de Chiapas, porque fuera de esa aislada región no podría conseguir un éxito político medianamente importante. En Perú predominan los mestizos, los indios puros son minoría.
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En suma, la reivindicación indigenista se basa en mitos, confunde, distorsiona y contiene la trampa de conmover nuestros sentimientos de solidaridad. Así como el marxismo conmovía con su promesa de poner fin a la explotación del hombre, y sólo llevó a nuevas formas de explotación y tragedia, el indigenismo promete acabar con las injusticias padecidas desde los tiempos de la colonia y sólo conseguirá profundizar su marginación.
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Ambos espolean hacia el camino equivocado, el que no depara lo que anuncian, sino pobreza y totalitarismo, chatura y anulación del individuo en el altar de un colectivo despótico.
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Un período crítico
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Las democracias de América latina atraviesan un período crítico. Venezuela tiende a cubanizarse y Haití no ha sabido sacar provecho de las ayudas que recibió. Hay corrupción y temblores en varios países. Aún las dirigencias y los formadores de opinión no se han despabilado lo suficiente para advertir que el desarrollo no tiene secretos, sino que va unido a medidas simples pero firmes, las medidas simples y firmes adoptadas por los países exitosos.
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El caso de Colombia concentró varias horas de discusión. Un video glosado por Plinio Apuleyo Mendoza denunció el salvajismo con el que la guerrilla trata a los rehenes y la falta de respeto a la vida que manifiestan sus atentados. Esa guerrilla alimentada por el narcotráfico irradia seudopodios hacia los países vecinos. Hay denuncias de que Venezuela brinda asilo a integrantes de las FARC. También de que Venezuela apoya con diversos recursos la desestabilización de algunos países, como años atrás lo hacía Cuba. Y de que Cuba ha enviado millares de represores a Venezuela para entrenar la resistencia de Hugo Chávez. Como contraprestación, Fidel recibe ahora más petróleo que en los tiempos de la Unión Soviética. Un chiste afirma que Cuba ya es potencia: "Tiene su satélite".
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Manuel Marulanda, Tirofijo, aseguró en un reportaje que es estalinista de la vieja escuela. Una suerte de Pol Pot camboyano trasplantado al Caribe. Quienes aún lo dudaban quedaron fríos, más después que dio su respuesta a un periodista que se afanó en explicarle que el estalinismo había fracasado estrepitosamente. Marulanda contestó con la arrogancia de los fanáticos: "Pero todavía no se probó en Colombia".
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En conclusión, urge contribuir a que las lagañas que ocluyen muchos párpados acaben por disiparse. Es una tarea ardua, casi una misión.
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El Foro Iberoamericano para debatir sobre la Democracia y el Desarrollo fue organizado por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), la Fundación para el Análisis de los Estudios Sociales (FAES), la Fundación ACES, la Casa de América y la Fundación Iberoamérica Europa.
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Por Marcos Aguinis
Para LA NACION
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