Dec 29, 2004

Plutarco y el Innombrable

Guillermo, que constituye aproximadamente el 50% de mis lectores, me dejó este comentario muy interesante en mi post de "Otra Carta al Tío Plinio” de Jorge Asís:

Querido Tío Luis,

lo único que encuentro interesante en el payaso de Asís es el tono sarcástico y humorístico que siempre usó al escribir y, debo admitir, me entretiene. Por lo demás, no deja de parecerme un payaso.

Recuerdo esos libros "pícaros" de Asís que mi viejo solía leer en los médanos de San Bernardo (cuando SB tenía medanos) cagándose de risa por sus cuentos con cierto humor verde, y que yo supe leer alguna vez en mi adolescencia... Tan intrascendentes que ya ni recuerdo el nombre de los libros!!!

No creo que Jorgito haya descubierto nada nuevo... Mirá que burda será la maniobra que hace unas semanas, cuando K estuvo en La Rioja entregando guita, lo único que se me ocurrió fué decirle a mi mujer "Qué estarán tranzando estos?"

Un abrazo siempre respetuoso,
Guillermo

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Creo que amerita una respuesta, como decía Héctor Larrea:

Esto viene muy a cuento de un comentario que recibí hoy de un amigo que se conectó por Messenger para saludarme por las fiestas y quejarse de la vuelta de Menem (o al revés). Como le decía a esta persona, hace más de 5 años que Menem ya no es presidente. En el medio, pasaron por lo menos 5 presidentes más, electos y de los otros. No quiero pecar de apresurado, pero ¿no sería un poco hora de empezar a encontrar otras excusas para los problemas del país?

Estoy de acuerdo con la descripción de Jorge Asís que hace Guillermo. Es un personaje por lo menos extravagante. Pero en mi opinión, y como le decía a mi Golden Reader, tiene la gran virtud de tener el coraje, o la desfachatez, de decir, equivocado o no, muchas cosas que muchísima otra gente no se anima a decir, o no tiene la decencia de decir.

En los 90, Menem, ahora un innombrable en Argentina, ganó todas las elecciones en las que fue candidato. Me refiero a elecciones en serio, no internas del PJ disfrazadas; tenía una horda de chupamedias que lo seguían a todas partes, personajes de todos los partidos políticos hacían cola para sacarse una foto con él. Muchos de los funcionarios de la actual “administración”, si es que se puede llamar así a lo que hace Kirchner, fueron funcionarios del gobierno de Menem, o lo apoyaban entusiastamente, incluido el actual presidente, que llegó a decir que Menem era lo mejor que le había pasado a la Patagonia.

De pronto, un mes después de que Menem entregara la presidencia a De la Rua, toda esta gente salió a hablar pestes de él. Parece que de pronto se dio cuenta que se trataba de algo nefasto para el país, que todo estaba mal, que no se hizo nada bien.

Se trata de una actitud que tiene mucho más que ver con lo irracional, con la triste tradición nacional de pasar del amor al odio sin punto intermedio. La mayoría de los argentinos son fanáticos del fútbol, pero comparten esa pasión con el placer de hacer leña del árbol caído. Nada atrae más a muchos connacionales que la presa fácil, pegarle al que está caído. Después de todo, no es más que una faceta adicional de la gran estrategia nacional de echarle la culpa a los demás de nuestros problemas.

Al igual que con las Fuerzas Armadas y la represión ilegal de los 70, la gran mayoría de la gente no sólo tiene la más pasajera de las ideas de lo que pasó, sino que además el tema no ocupa ni siquiera el puesto número 20 entre los problemas prioritarios. Pero para mucha gente, se trata básicamente de satisfacer esa necesidad visceral de la revancha, de desquitarse con alguien, de patear al que está en el piso, por lo general al bando que ganó la contienda. De la Rua no proporciona el mismo placer, porque todo terminó en un fracaso.

Si bien esta actitud puede resultar entendible desde el punto de vista de algún mecanismo psicológico ante el fracaso sistemático como proyecto de sociedad y país, no deja de producirme un profundo y sincero asco. Si honestamente queremos cerrar la “década infame” de los 90, debemos hacer un análisis serio y desapasionado de lo que se hizo, cómo se hizo, lo que se dejó sin hacer, los hechos de corrupción y demás, tal vez con cierta perspectiva histórica, comparándola con otras gestiones anteriores y posteriores. Si el 10% de lo que dicen los detractores del ex presidente es cierto, alcanzaría para meterlo preso de por vida a él y sus colaboradores y familias.

Lo mismo podemos decir de los desgraciados sucesos de los 70. Lo peor que podemos hacer es tomar partido por uno o por otro bando. Nada puede justificar levantarse en armas en contra de la Constitución ni las instituciones del estado, como tampoco se puede justificar los excesos de la represión ilegal bajo ningún punto de vista. En mi opinión, debemos tomar partido por el Estado de Derecho y la ley, para que nunca más vuelva a pasar algo así.

Como con los EEUU o Al Capone, al final de cuentas, decir que alguien tiene la culpa de todo, es casi lo mismo que decir que no tiene la culpa de nada.

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