En lo personal, creo que cuanto más se asemeja un país a una meritocracia, más desarrollado se vuelve. Argentina se pareció muchísimo a una meritocracia a fines del siglo XIX hasta bien entrado el XX, cuando el populismo y corporativismo se encargaron de demostrar que el mérito y el esfuerzo ya no eran suficientes ni deseables. Ahora era cuestión de acomodo, de pertenecer al “partido”, de las conexiones de papi.
Los Estados Unidos históricamente fueron la encarnación de la meritocracia, donde cualquiera, sin importar su origen, podía subir en la escala social valiéndose de su esfuerzo y dedicación. Pero parece que ahora hay ciertos síntomas de estratificación social, vean este interesante artículo de The Economist.
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