Este es el segundo:
Una Europa balbuceante
Jean François Revel, hombre macizo, de rostro hierático y una claridad que desafía ocho décadas de vida, deleitó a la audiencia.
Guste o disguste, tras la Guerra Fría quedó, dijo Revel, una sola superpotencia mundial. Antes habían sido potencias España, Francia, Inglaterra, pero nunca, ni siquiera la antigua Roma, fue una superpotencia que abarcase el mundo entero. Los Estados Unidos pueden intervenir en cualquier porción del planeta, no sólo con su fuerza militar, sino con su cultura. Aunque -insistió- los escritores norteamericanos tuvieron más influencia entre las dos guerras que ahora: basta recordar a Faulkner, a Hemingway. Revel lamentó que el odio a los Estados Unidos no sea más estudiado por los europeos democráticos. Esa reticencia se debe a que chocarían con la desagradable cifra de su propia responsabilidad en el un
ilateralismo que critican. Lo auspiciaron mediante su impotencia ante regímenes totalitarios que nacieron en la misma Europa y dos guerras desencadenadas por Europa. El Viejo Continente necesitó de los Estados Unidos.
Revel criticó a los europeos que, ante la amenaza terrorista, repiten la tendencia apaciguadora, balbuceante y genuflexa que tuvieron con el nazismo y el stalinismo. Recordó que el odio a los Estados Unidos no sólo pertenece a los antiglobalistas, marxistas vulgares y fundamentalistas (¡qué alianza más grotesca!), sino a la derecha nacionalista. Denunció que una parte de ese fenómeno antinorteamericano es fruto del resentimiento: se odia a los Estados Unidos por lo que son, no por lo que hacen. Lo que hace lo hicieron España, Francia, Inglaterra, Alemania, en los sanguinarios tiempos del colonialismo.
Para superar el unilateralismo, añadió Revel, deberían producirse iniciativas de cooperación mundial más eficaces a partir de Europa. Pero hasta ahora la Unión Europea no se ha destacado por sus propuestas fértiles. Tampoco tiene suficientes medios militares; su seguridad fue garantizada por los Estados Unidos durante 50 años, una ventaja que le brindó recursos para la construcción del Estado de bienestar.
Insistió en que los totalitarismos que diezmaron el siglo XX resucitan con su epígono, el terrorismo. Sus diversas expresiones esgrimen reivindicaciones variopintas, pero esas organizaciones conforman una red que aspira a imponerse por la fuerza. "El verdadero peligro que acecha al mundo se llama terrorismo, no unilateralismo. No hagamos como los panfletistas enajenados que durante la Guerra Fría machacaban que el peligro venía de los Estados Unidos, no de la Unión Soviética."
Hasta 1979 los Estados Unidos se esmeraron en aparecer neutrales en Medio Oriente, pero a partir de entonces estalló la revolución islámica, los soviéticos invadieron Afganistán y Saddam inició su guerra contra Irán. Revel miró fijo a la audiencia al preguntar: "¿Cuándo el pueblo de Irak gozó de soberanía? Recién ahora está cerca de esa posibilidad".
Dentro de los Estados Unidos retoza una autocrítica feroz. En cambio nada de eso ocurre en los países pobres, que son pobres por la ausencia de buenos debates. Es incorrecto simplificar que en los Estados Unidos peligra la democracia por el aumento de los controles antiterroristas. En tiempo de guerra siempre hay controles. Y el mundo está en guerra.
Las palabras de Revel siguieron resonando al producirse un fogoso cruce entre el periodista Hermann Tertsch y Trinidad Jiménez. Ella intentó justificar el apresurado retiro de las tropas españolas de Irak, pero no pudo explicar el retiro del Plan Colombia, una concesión que hizo José Luis Rodríguez Zapatero a Izquierda Unida. Tertsch desarrolló su crítica como si dictase un artículo poético. Describió el desembarco de tropas americanas, inglesas y polacas en el sur de Italia, el heroísmo de aquellos combatientes, las expectativas de la población oprimida. "Imaginemos que cuando trepaban las cuestas, llegaba una orden que decía a los polacos: «No avancen, abandonen a sus compañeros, regresen a casa»."
El periodista, divertido por el bochorno que invadía las mejillas de Trinidad, tomó su mano y la besó.
Por Marcos Aguinis
Sencillamente brillante. Entre autores como estos (Revel y Aguinis) se puede notar tal quimica cuando uno describe al otro que directamente no tengo nada por agregar. Europa sigue viviendo en su mentira (cultural, económica, militar)
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