Una muy interesante comparación de los países del Este europeo y los de América Latina:
El comercio libre tiene muchos enemigos en América Latina. Sus principales adversarios, como los jinetes del Apocalipsis, son cuatro: la izquierda bananera empeñada en la resistencia heroica contra el imperialismo yanqui, la derecha proteccionista que quiere salvaguardar sus privilegios a cualquier costo, los sindicatos supuestamente comprometidos con el destino laboral de sus afiliados, y algunos religiosos legendariamente ignorantes en materia de economía. Los argumentos que emplean van desde el cuidado sofisma hasta la pedrada contra la inocente cristalera de un McDonalds.
En general, esos mismos grupos, auténticos fabricantes de miseria, son los que exigen un mayor “gasto social” sin tener en cuenta los ingresos reales de la Hacienda pública ni reparar en los desequilibrios fiscales o en la presión inflacionaria que generan. Simultáneamente, se oponen a la competencia y a las inversiones extranjeras, rechazan la privatización de las empresas estatales, defienden conceptos disparatados como la “soberanía alimentaria”, y se empeñan en mantener o ampliar unas llamadas “conquistas sociales” desconectadas de la realidad del mercado, del valor de la producción o del aumento de la productividad. Convenientemente, cuentan con dos perfectos punching bags para golpear de campana a campana: el llamado Consenso de Washington una lista de sensatas recomendaciones macroeconómicas extraídas de la experiencia de las naciones punteras del planeta y el Tratado de Libre Comercio propiciado por Estados Unidos.
Frente a este comportamiento un tanto irracional está el adoptado por casi todas las naciones que a partir de 1989 abandonaron el comunismo. Las diez que hace pocas semanas ingresaron en la Unión Europea, pese a que tenían por delante la inmensa tarea de reinventar el capitalismo y la democracia, y pese a que partían del desabastecimiento, la pobreza y el atraso relativo en que las dejó el colectivismo marxista, lograron superar las dificultades iniciales y comenzaron a crecer con cierto grado de eficiencia, orden y equidad. Hoy todas ellas superan el per cápita promedio de América Latina medido en capacidad de compra. Eslovenia, la más exitosa del grupo, con 19 000 dólares de purchasing power parity, muy cerca del de Espana, ya es un país del primer mundo que dona una parte de su riqueza a los estados más pobres.
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