Más sobre la “política” exterior argentina y el personaje favorito de Rubén, la encarnación del Progresista Argentino, Ladies and Gentlemen, I give you el Caganciller Bielsa:
Más allá de las duras y clásicas “explosiones ex-post facto” que apuntan claro está a “la galería”, a las que nos tiene acostumbrados un hombre que, no obstante estar a cargo de nuestra diplomacia, en rigor se ha peleado con medio mundo, acumulando conflictos de todo tipo y suerte, como para el campeonato. Quizás para hacer mérito en ese curioso grupo que alguno ha llamado “la política patotera”.
Por esto, no sorprende para nada que ahora el ínclito Bielsa nos diga que “su postura” sobre Malvinas “continuará en términos muy duros”. Su fuerte no es la “soft policy”, lo sabemos. Ser duro es perfectamente posible, aunque siempre es caro, porque la lista de países con los que uno puede pelearse es larga. Y porque nuestro canciller ha probado ya ampliamente ser todo lo contrario de un componedor.
¿Por qué ocurre todo esto?
Quizás, porque Bielsa está –como pareciera– absolutamente encandilado por el traje azul (no cruzado) y por las corbatas estilo “Hermés” siempre prolijamente anudadas con nudos inusualmente anchos en torno a su cuello, según enseña el evangelio de la frivolidad, aun a los que dicen o creen ser “izquierdistas”.
O, tal vez, porque está meditando, ensimismado, en cómo resolver el insólito conflicto (central en “nuestra” política exterior) que él mismo creara en derredor del vicario castrense, de pronto agravado dramáticamente por el sorpresivo hecho de que Dios quiso (para su desgracia) que su “contraparte” vaticana de ayer sea nada menos que el Papa de hoy.
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