(Me llegó esto por mail y lo transcribo tal cual porque creo que vale la pena. Suscribo la advertencia 100%)
QUE LA HISTORIA NO SE REPITA
Durante el primer gobierno del General Perón, se impuso, como lectura obligatoria, en todas las escuelas del país, un libro escrito por Eva Duarte de Perón, “La razón de mi vida”, en el que, además de ensalzarse la figura de ella y de su esposo, se predicaban las virtudes de la llamada doctrina justicialista. La imposición, autoritaria, generó reacciones varias, entre las que merece destacarse, a los fines de esta reflexión, la prohibición, por el gobierno de la llamada Revolución Libertadora, del uso, por cualquier medio, del nombre de Perón o cualquiera de sus derivaciones (peronista, peronismo, etc.). Dos síntomas, ambos, de los enconos que produce la tergiversación de la historia.
En efecto; ni lo uno ni lo otro era consecuencia despasionada del análisis y respeto que son necesarios para unir a una nación, que pretenda ser republicana y democrática, en la que sus integrantes tengan un proyecto común, sin perjuicio de las disidencias. La historia argentina no nació en 1943, ni en 1946. Tampoco nació en 1983 o en 2003. La historia, huelga decirlo, es permanente y su conocimiento es imprescindible para proyectarse hacia el futuro.
Las naciones que progresan, brindando bienestar, libertad y respeto a sus ciudadanos, no cambian, arbitrariamente su pasado, ni mienten sobre los orígenes de su presente. Tratan, eso sí, de entenderlo y juzgarlo, pero con varas iguales.
En 1853 la sociedad argentina estaba fracturada de un modo aún más hondo que en el presente. Los fundadores de la Argentina moderna, vencido Rosas, ofrecieron la concordia y la paz a sus seguidores y aún cuando las heridas tardaron en cicatrizar, lo lograron. Ahora hace falta la generosidad de Urquiza, Mitre tantos otros próceres que depusieron antagonismos estériles y cobijaron a todos los argentinos en el seno de la Patria.
Ahora, sin embargo, los diarios traen la noticia de que en las escuelas de la Argentina, será obligatoria la enseñanza de lo acontecido durante un tiempo en el que, muchos argentinos perdimos la cordura y pretendimos dirimir nuestros conflictos mediante la violencia, según la óptica de los derrotados, hoy gobernantes. En realidad, desde 1983 se está tratando de modificar la historia de ese período oscuro y sangriento. Infinidad de libros, folletos, conferencias, clases en escuelas, películas de cine y programas de televisión, quieren hacerle creer a la gente, especialmente a los mas jóvenes, que por que sí, sin razón alguna, sin motivaciones, los militares y las fuerzas policiales, emprendieron una matanza indiscriminada de conciudadanos. Esto, así simplificado, es una mentira, que no debe tolerarse, no sólo por la falsedad que implica, sino por la semilla de discordia y desunión que siembra.
Comparar, como la ha hecho el presidente Kirchner, recientemente, la persecución y matanza de judíos en la Alemania nazi, con lo ocurrido entre los años 60 y 70 del siglo pasado, en la Argentina, es una falsedad colosal.
La guerra fratricida que sufrimos en aquellos años la comenzaron los guerrilleros filomarxistas, con la venia de muchos peronistas. Ellos eligieron los métodos y el terreno de la confrontación, el ataque artero a militares, empresarios, policías, sindicalistas o simples ciudadanos. La hicieron de manera clandestina, cruel y nihilsta. Un slogan de aquellas épocas era la invocación a la victoria o la muerte, antes que a la concordia, al compromiso, al pacto. Quienes respondieron al ataque lo hicieron con la misma violencia con que se inició la contienda. Hubo excesos, nadie lo duda, pero ¿ en qué batalla no hay excesos?.
Lo que no puede hacerse es ignorar los hechos, fundar el futuro sobre falsedades absolutas, rebatibles si hay buena fe. Si se concreta el proyecto, la reacción acontecerá, inevitablemente y la espiral de gestos destemplados o agresivos y carentes de grandeza y lógica, agitará, nuevamente, a nuestra endeble nación.
Hoy gobiernan, en gran medida, partícipes activos o pasivos de aquellos grupos guerrilleros que sembraron el terror entre sus conciudadanos. Por una de esas casualidades del destino, montados sobre la ineptitud y pusilanimidad de nuestra clase dirigente, con apoyo de una parte de la ciudadanía confundida por la demagogia, quienes fueron derrotados en el terreno en que plantearon su lucha armada, hoy ejercen cargos públicos de envergadura.
Sin embargo, en vez de gobernar para todos, con la verdad, otra vez se muestran pusilánimes. No han aprendido la lección. No conocen la historia y creen como Goebbels, que si mienten con persistencia, cambiarán la realidad.
También ignoran que la reacción puede ser mayúscula y que la no cicatrización de las heridas, puede traer más llanto y dolor a nuestra posteridad. Quiera Dios que la razón y la magnanimidad primen en sus mentes y que juntos, entre todos, podamos construir un futuro mejor.
Guillermo Lascano Quintana
www.respublica.org.ar
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