Me gustó la editorial de La Nación de hoy sobre el nuevo revanchismo histórico al que somos tan afectos los argentos viejos y peludos, nomás…:
La historia nos muestra dos formas de encarar el pasado luego de procesos autoritarios. La primera es la que asumió la llamada Generación del Ochenta tras la tiranía de Rosas y la guerra civil entre unitarios y federales. Se asumió colectivamente la condena de esa época reciente y ello fue instalado como un valor ideológico común. Pero hubiera sido impensable que Roca, al asumir en 1880, buscara procesar o detener a los represores rosistas de 1852. En este caso, la memoria fue sólidamente establecida como fundamento del orden institucional, mas en función de mirar hacia el futuro y de cerrar las heridas antiguas.
El segundo caso fue el del antiperonismo que tomó el poder después de 1955, tras una década de un régimen con rasgos fuertemente dictatoriales más allá de contar con un importante respaldo popular. La persecución del peronismo prosiguió durante casi veinte años. La proscripción del partido en las elecciones de 1958 y 1963 se convirtió en causa de inestabilidad política y esta situación fue uno de los ingredientes que contribuyeron a generar la violencia que se desató en la Argentina de los años setenta. En el caso del conflicto entre el peronismo y el antiperonismo, la memoria terminó siendo causa de la prolongación de un antagonismo que esterilizó la vida política argentina durante dos décadas y fue causa de una prolongada inestabilidad.
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