A fines de 2001 y principios de 2002, la sociedad argentina comenzó un proceso de suicidio colectivo. Eso si, con alegría, con entusiasmo, con esperanza. Se trató nada más y nada menos que del primer golpe civil de la historia del país y de la mayor transferencia de ingresos de la historia, acompañada por el más brutal saqueo legal y más nefasto proceso de destrucción de riqueza de que se tiene memoria.
A partir de ahí, fuimos avanzando en afianzar y profundizar el suicidio, tanto en lo político institucional como en lo económico. Pareciera ser que el objetivo último es dificultar al máximo, hasta hacerlo prácticamente imposible, cualquier intento por volver a la racionalidad en el futuro.
La Suprema Corte de este gobierno acaba de dar una de las puntadas finales a la mortaja de lo que alguna vez fue la República Argentina con el fallo de anulación de las leyes que permitieron la pacificación del país. Ya no queda mucho más por hacer, estamos en la etapa final de la tercermundización definitiva y tal vez irreversible de la Argentina.
Mariano Grondona sostiene que nunca se trataron de hechos inconexos de este gobierno, que siempre hubo un hilo conductor, un objetivo muy claro en todos estos avances de la ilegalidad. Me temo que tiene razón, La única pregunta que me hago es si recién se da cuenta.
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