Un poco más de un año después de la trasnochada invasión argentina a las Malvinas, fui a estudiar a EEUU. Nunca me voy a olvidar de mi sorpresa al leer en la biblioteca las ediciones de esa época de revistas como Times y Newsweek. El tremendo dolor de comprobar que el país se había convertido en un “estado rufián”, en la misma categoría que el Irán del Komeini y la Libia de Kadafi.
Nos llevó años superar con un enorme esfuerzo ese estigma. Lo que para muchos fue una sobreactuación de política exterior durante los 90 se debió en gran medida a la necesidad imperiosa de tratar de dejar en el pasado toda la irracionalidad criminal de esa época.
Lamentablemente, hemos tirado todo ese esfuerzo a la basura. Una vez más, nos estamos convirtiendo en un estado rufián, imprevisible y no confiable. Coqueteamos con cuanto sátrapa anda suelto por ahí, incluyendo a las dos estrellas de la región: Castro y Chávez.
Ahora nos convertimos en santuario para terroristas, ya nos comparan con la Arabia Saudita pre 11 de septiembre. Sinceramente no hay derecho.
EEUU y UK son tan rufianes como lo fue Argentina en ese momento.
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