Jul 21, 2005

Insisto, ¿es por plata?

Miguel Angel Broda no es ningún taradito o un recién llegado. Es un economista de trayectoria, dueño de una conocida consultora en Buenos Aires. Durante toda la década del 90 se la pasó destacando las bondades del “modelo”. Lo escuché varias veces sostener que el país debía hacer muy mal las cosas para no crecer a por lo menos 5% anual por décadas.

Pero hete aquí que desde el golpe de fines del 01, y particularmente desde la llegada paracaidística de Kirchner al gobierno, ha cambiado sustancialmente su punto de vista. Resulta que ahora lo que funciona es al revés de lo que se hacía en la década maldita. Es más, sostiene que si seguimos así, a pesar de las tremendas inconsistencias, nos esperan 20 años mejores que los últimos 30.

Como no es posible que tenga razón en ambos análisis, debemos asumir que mentía en los 90 o miente ahora. Insisto, es sorprendente pero aún ante las peores barbaridades de política económica es posible encontrar supuestos expertos que las avalen.

1 comment:

  1. Inversiones: Otra señal preocupante

    Creer que un país puede crecer sin inversiones es como emprender un viaje en auto sin pensar en cargar nafta periódicamente. El diario Río Negro hace un análisis:

    Desde que inició su gestión, el gobierno del presidente Néstor Kirchner se ha visto beneficiado por la ilusión, la que según parece es compartida por muchos, de que la economía nacional, ya liberada del “modelo neoliberal”, tendrá forzosamente que disfrutar de muchos años de crecimiento rápido que le permitiría atender las muchas asignaturas sociales pendientes.

    En las últimas semanas, empero, se han producido dos sorpresas ingratas que hacen sospechar que el rebote que siguió a la devaluación está por agotarse. La primera fue el aumento del uno por ciento del costo de vida en junio, guarismo que duplicó el previsto. La segunda consiste en la caída del 0,5 por ciento en el mismo mes de la producción industrial en comparación con el anterior.

    En opinión de algunos economistas, la baja se debe más que nada al rebrote inflacionario, mientras que otros la atribuyen a los problemas energéticos. No se habrán equivocado por completo porque son muchos los factores que inciden en la producción, pero lo que parece evidente es que con la excepción importante del campo y, en grado menor, del turismo, la economía ya se ha acercado a su techo y no podrá seguir subiendo con la rapidez a la que tantos se han acostumbrado sin inversiones cuantiosas, que no vendrán mientras la Argentina siga siendo un país celebrado por la falta de reglas y por la arbitrariedad de sus gobernantes.

    Subestimar la importancia de las inversiones es infantil. Por razones evidentes, creer que un país puede crecer mucho sin ellas equivale a emprender un largo viaje en un coche sin pensar en la necesidad de llenar periódicamente el tanque de nafta. Sin embargo, por motivos que podrían calificarse de ideológicos, parecería que el presidente Kirchner se ha convencido de que en el caso de la Argentina el principio sencillo así supuesto no debería aplicarse. De otro modo, sería difícil comprender su afición a despotricar contra los empresarios, dando a entender que a su juicio son individuos malignos que se dedican a robar a los pobres.

    Aunque los ataques virulentos de Kirchner contra los empresarios, sobre todo los extranjeros, y a quienes cometieron el error garrafal de invertir en el país antes de su llegada a la Casa Rosada, le han servido para mantener bien elevado su índice de popularidad, no puede sino comprender que a la larga los costos para el pueblo de tanta demagogia serán sumamente elevados.

    Si el gobierno, el que se ufana de ser de centroizquierda y por lo tanto deseoso de mejorar el nivel de vida de la población, realmente quisiera ayudar a la gente a salir del pozo en el que fue empujada por sus dirigentes políticos, daría prioridad a la creación de un medio ambiente que sea favorable a la empresa privada. Mal que les pese a ciertos ideólogos oficialistas, toda la experiencia internacional prueba que no existe ninguna alternativa al capitalismo liberal moderno cuando es cuestión de producir lo suficiente como para que virtualmente todos puedan vivir sin demasiados apuros.

    Pero aunque a veces Kirchner parece reconocer que es así, tanto él como algunos otros voceros oficiales insisten en hablar y actuar como si a su juicio el capitalismo fuera una bestia salvaje y que por lo tanto les corresponde enjaularlo controlando precios, decretando aumentos salariales y modificando cada tanto las reglas de juego. Si bien tales medidas son “populares” puesto que a muchos les gusta imaginar que un gobierno bueno está luchando en su favor contra empresarios malos, los más perjudicados son los que no tienen la más mínima posibilidad de prosperar en un país tan pobre y tan poco dinámico como el nuestro.

    Puede que en los meses próximos se reanude el crecimiento, pero el país no hará mucho más que alcanzar los niveles macroeconómicos de mediados de la década de los noventa, repartidos de manera mucho más inequitativa, a menos que pronto haya un rebote muy poderoso de las inversiones, lo que a su vez requeriría un cambio drástico de actitud por parte de un gobierno que, lejos de proponerse seducir al capital, quiere brindar la impresión de estar combatiéndolo por suponerlo el enemigo número uno del pueblo argentino, lo que para todos salvo los resueltos a subordinar el bienestar de sus compatriotas a sus propios prejuicios, es un disparate soberano.

    Sacado de Urgente24

    Victor Gonzalez

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