Contrastes

Perdón, ¿pero a ustedes esta gente también les da el mismo asco que a mi? Duhalde y su señora son de lo peor de la política argentina: mediocres, corruptos, con ideas medievales, totales ignorantes de lo que pasa en el mundo y felices de serlo. Pero por lo menos nunca disimularon. Nunca se calentaron en dárselas de sofisticados, de intelectuales, de luchar por causas nobles. Son unos delincuentes de cuarta, ladrones de cementerios, arrebatadores de jubilaciones en salideras de banco.

En cambio, el patotero de villa miseria que tenemos de presidente y el piojo resucitado de su esposa pretenden ser diferentes. No sólo les cabe con creces todo lo que dije sobre Duhalde y señora, sino que además son tan caraduras de querer vendértela como si fueran los grandes estadistas, sofisticados hombres de estado, luchadores por las gloriosas utopías nacionales y defensores de la argentinidad.

Tal vez la muestra más clara del grado de hediondez de esta gente sea el incomprensible grado de fervor popular del que gozan entre la supuestamente sofisticada clase media urbana argentina (nota: mucha gente se siente más tranquila pensando que este fenómeno del progresismo delirante se limita a la clase media de la ciudad de Buenos Aires, pero lamento decirles que no es así, se trata de la clase media urbana de todo el país). A diferencia de Duhalde y esposa, destinatarios de un profundo desprecio por parte de este sector de la sociedad, Kirchner y la imbécil de cuarta esta gozan de una enorme popularidad y de una socarrona tolerancia cómplice de cuanto disparate se manejen como dupla presidencial.

En fin, nunca voy a terminar de entender qué misteriosa tara mental hace posible que un tipo y su esposa, que no servirían ni de portero y bataclana de cabaret respectivamente, sean considerados como la encarnación del ser argentino por tanto idiota útil suelto. Nos están cogiendo mal, a nosotros y a nuestros hijos y nietos, y encima te la quieren vender que lo hacen por tu bien.