Las grandes secuelas del estatismo inoperante (no existe otra variedad) de toda la vida en el país. La historia de la industria petrolera en la Argentina es una interminable letanía de fracasos monumentales y fracasos menores tomados como categóricos éxitos por la mentalidad nacionalista estatista dirigista que predomina en el país. Prácticamente desde su descubrimiento, la actividad cayó bajo la castrante tutela del estado, que no permitió que nunca alcanzara los niveles que debería haber tenido.
La situación cambió en gran medida con la desregulación petrolera de los 90, década perdida si las hay. Con las nuevas reglas de juego y con la salida del estado como actor distorsionador del mercado, las actividades de exploración y explotación se multiplicaron. Al muy poco tiempo el país se convirtió en exportador neto, dejando atrás décadas de importación de petróleo.
Pero como todo fluye en el país, a partir del golpe de estado, volvimos al más rancio estatismo. Los resultados están a la vista. Como ya había anticipado hace unos meses un titular en El Cronista, las distorsiones en los precios causadas por la devaluación y pasificación de las tarifas están destruyendo la industria petrolera en el país.
Si todo esto no se revierte rápidamente, volveremos a ser importadores de petróleo en muy poco tiempo. Pero eso si, Tendremos Dignidad, nadie se llevará nuestras riquezas.
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