Sep 20, 2005

Después del Katrina

Como de costumbre, muy interesante columna de Guy Sorman, un derroche de sentido común. Insisto en que me molesta que se pierdan los links cuando La Nación manda las notas al archivo, de manera que la copio completa en el blog:

Después del Katrina

Por Guy Sorman
Para LA NACION

Malas noticias para los antinorteamericanos: Estados Unidos no es la Atlántida. El huracán Katrina no lo engullirá, como tampoco lo aniquilaron los atentados del 11 de septiembre. Una vez más, la sociedad norteamericana dará la impresión de ser muy capaz de absorber los golpes y reanimarse. Nueva Orleáns será reconstruida, como lo fueron San Francisco, después del sismo de 1906, y Manhattan, en 2001. Este pronóstico se basa en la historia norteamericana y, más aún, en un análisis de su sociedad.

Estados Unidos es una vasta nación descentralizada. La debilidad del Estado central la expone a las adversidades, ya sean obra de la naturaleza o del terrorismo, pero la eficacia de la sociedad civil y del mercado -que no pierde demasiado tiempo aguardando a que el Gobierno intervenga- favorece la recuperación. Sabemos que los promotores privados están restaurando Manhattan. Paralelamente, vemos cómo la Cámara de Comercio, aplicando la lógica de la eficacia económica, ya planifica la reconstrucción de Nueva Orleáns. También advertiremos un detalle poco mencionado fuera de Estados Unidos: las iglesias, las fundaciones y otras entidades privadas ya han recaudado unos 500 millones de dólares para ayudar a las víctimas del Katrina. Creer que éstas lo esperan todo de su gobierno, en cuanto a sanciones y reparaciones, es una proyección mediática y fantasmagórica de nuestras costumbres sobre las suyas.

¿Queremos decir con esto que no pasó nada, que todo sigue igual? Dicen que la imagen de Estados Unidos se ha degradado, que en esa potencia hay algo del Tercer Mundo. Pero la reputación de Estados Unidos ya estaba en su punto más bajo. Por ende, tal degradación nada cambiará, ni dentro del país ni fuera de él. Los extranjeros que, en la imaginación, votaron dos veces contra George Bush han sufrido una doble derrota. Su voto influye poco en los norteamericanos. Ni el Katrina ni Al-Qaeda, y menos todavía la opinión del resto del mundo, afectan la línea divisoria entre republicanos y demócratas. Desde las perspectivas política e ideológica, Estados Unidos ya estaba dividido por una línea de fractura radical y seguirá estándolo.

En cambio, la evolución del papel que representa el Estado federal tendrá más importancia que esa mezcla de compasión y júbilo que sienten los antinorteamericanos. Estados Unidos vivió el huracán Katrina como un fracaso de los poderes locales, tanto o más que como un incumplimiento de sus obligaciones por parte del gobierno de Washington. En esta sociedad donde, de todos modos, nadie quiere pagar impuestos, la negativa a invertir en infraestructuras y servicios públicos provino tanto de los funcionarios locales con cargos electivos como del Congreso de Estados Unidos. Cabe esperar, pues, que el Katrina -sumado al 11 de septiembre, como dos vectores que van en el mismo sentido- reforzará la misión del gobierno central de proporcionar seguridad, primero externa y luego interna. Esta tendencia, iniciada con la creación de un Departamento de Seguridad Interior, debería proseguir con la instauración de un Departamento de Infraestructuras. Pensamos en un precedente republicano: en los años 50, el gobierno de Eisenhower emprendió la construcción de la red nacional de autopistas. Nos gustaría imaginar a otro gobierno republicano, el de George Bush, tomando una iniciativa comparable.

Los norteamericanos y, en particular, los republicanos ¿renunciarían a su preferencia ideológica por un Estado mínimo? Ya lo hicieron. En una actitud poco percibida desde el exterior, desde 2001 y con los intelectuales neoconservadores -como Francis Fukuyama- a la cabeza, vienen escribiendo constantemente que una sociedad libre exige un Estado fuerte. Pero un Estado de seguridad, que vele las veinticuatro horas y, por otro lado, descargue sus misiones sociales, culturales y educativas en el mercado, las fundaciones caritativas y las autoridades locales. El huracán Katrina refuerza esta visión neoconservadora del Estado: en el centro, la seguridad robustecida; el resto queda para la sociedad civil y su mercado.

Traducción de Zoraida J. Valcárcel)

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/740274

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