Cada vez que según el calendario toca celebrar el Día del Maestro, aparecen los discursos encendidos sobre la importancia de la educación, sobre educar al soberano y demás. Creo que en realidad mucha gente no tiene ni idea de qué significa todo eso, pero queda bien decirlo, da aires de sofisticación y vanguardia.
Malú Kikuchi tiene dice algunas cosas interesantes sobre el tema en su ultima columna. En realidad, hay que hacer un esfuerzo para ser original sobre todo esto. La problemática y las soluciones se conocen desde hace décadas. Hasta hace unos años había un cierto consenso para ponerlas en práctica.
La educación es un sistema y presenta una oferta a la sociedad, a los clientes del sistema educativo. Los verdaderos clientes del sistema no son los alumnos, sino los padres de los alumnos, que además son los que lo solventan. Si los clientes del sistema no demandan excelencia es utópico pensar que el sistema va a ofertar excelencia.
Por otro lado, como comentaba hace unos meses, es muy importante moderar las expectativas sobre el rol de la educación. No se trata de la “solución mágica" a todos nuestros problemas, la famosa “silver bullet”, como se la conoce en inglés. Un sistema educativo tiene como uno de sus roles principales preservar y transmitir el sistema de valores imperante en una sociedad. Si el sistema de valores es resistente al desarrollo, lo único que lograremos con más educación es una muy eficiente fábrica de pobreza y subdesarrollo. Por el contrario, si los valores son favorables al desarrollo, los resultados serán positivos desde ese punto de vista.
Todo lo anterior no implica restar importancia al rol de la educación en cualquier país. Lo que quiero destacar es que si nuestro objetivo es convertirnos en un país desarrollado, ingresar a la modernidad de una vez por todas, de ninguna manera da lo mismo cualquier tipo de educación.
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