El gran tema del momento en la Argentina pareciera ser el cambio de política del gobierno en relación a los muchachos piqueteros. Aparentemente, al igual que Duhalde, de compañeros de lucha pasaron a ser los malos de la película.
Rubén y Tomás de ocuparon del tema. Como les decía en un comentario, esta gente en el gobierno no da puntada sin hilo. Carecen total y absolutamente de convicciones y de principios, bailan al compás de las encuestas. Les debe haber dado el hartazgo de gran parte de la opinión pública y reaccionan en consecuencia. Sobre todo al acercarse la fecha de las próximas elecciones.
En esto, como en ninguna otra área, nunca hubo grandes planes maestros o proyectos orgánicos. Se trata simplemente de aprovechar el momento. Duhalde los utilizó para el golpe a De la Rúa y Kirchner pretendió (o pretende) usarlos como fuerzas de choque propias. Todo estuvo bien mientras les fueron útiles y seguramente va a volver a estar bien cuando les sean útiles de nuevo.
El gran problema que veo es que, como dice Carlos Mira, si bien es cierto que hay un gran cansancio de la gran clase media progre argentina por las formas, amplios sectores de la sociedad no dejan de compartir el fondo de los reclamos piqueteros. La “opinión pública” argentina suele ser tan fluida como los gases que ocupan la cavidad craneal de muchos de sus habitantes.
En muy difícil terminar con problemas como el de los piqueteros si se lo deja crecer. Una vez que se instala en la sociedad la idea de que es posible solucionar conflictos mediante la violencia o tácticas de chantaje, es muy difícil dejarlas de lado. Dada la magnitud del problema, como se trata de verdaderos ejércitos de activistas financiados directa e indirectamente por el estado, la solución es compleja. Sin lugar a dudas pasa por hacer cumplir la ley, evitando los cortes y demás desmanes, y por otro lado se debe trabajar para encontrar un destino a las decenas de miles de activistas que viven de esto en la actualidad.
Muy probablemente, cuando vuelva la normalidad al país, haya que negociar con los líderes piqueteros, pero desde una posición de fuerza. Deben entender que no se tolerarán nuevos desmanes y que al gobierno no le temblará la mano en utilizar la fuerza para impedirlos.
Este es el punto de vista de Vicente Massot sobre el tema, en su análisis político de esta semana:
La explicación que se nos ocurre en primer término es que hubo una relación causa–efecto a poco de entender que las posibilidades del candidato oficialista en la Capital Federal, y de la senadora Cristina Fernández, en el Gran Buenos Aires, eran directamente proporcionales a las cartas que el gobierno tomará en el asunto de los piquetes. Dicho de manera distinta: para la feligresía electoral kirchnerista que se recluta, mayoritariamente, entre las clases medias urbanas, la impunidad con la cual actúan las organizaciones de Pitrola, Castells, D’Elía y otros, no les cae en gracia. Si alguna vez, al comienzo de la gestión del santacruceño, creyó que la lenidad gubernamental era una muestra de su declamado progresismo, hoy ese tipo de razonamiento es cosa del pasado. De ahí que la Casa Rosada decidiera virar ciento ochenta grados, borrar con el codo lo que hasta hace poco se cansó de escribir con la mano y poner un poco de orden.
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