Las declaraciones de Macri no le suman votos -la izquierda no masca vidrio- sino le restan. Es hora de que la centro-derecha en Argentina se asuma claramente como tal, y ocupe su espacio no sólo en los comicios, sino en la opinión pública. Prestarse al juego de la demonización de la década del 90 (período en que, más allá de sus errores, el presidente hablaba sin complejos de economía popular de mercado; en que se privatizaba; en que tuvimos estabilidad monetaria por el lapso más largo desde 1943; en que nuestro país era claramente pro-occidental, y no amigo o amigote de Castro y Chávez) es ceder espacios ideológicos, rendirse sin batallar, y condenarse anticipadamente a los desastres electorales. La izquierda, al menos desde 1999 y claramente desde Diciembre de 2001, ha preparado el camino para su arribo y perpetuación en el poder, comenzando por el desprestigio, primero de Menem y la década del 90, luego de la convertibilidad, después del "neoliberalismo" y las privatizaciones. La derecha vergonzante, siempre a la defensiva, está permanentemente preocupada de desmarcarse de Menem: no sólo de lo malo que no era tanto, sino de lo mucho bueno que hizo, con lo que se le entrega el centro del ring -o si se quiere hablar en términos ajedrecísticos, el centro del tablero- a la izquierda. Hacer el juego del antimenemismo, además de que no convence a la zurda, resta votos a la derecha y, lo que es más grave porque trasciende la coyuntura de una elección, permite que se enseñoree en el país un discurso único, repetido hasta el hartazgo por el gobierno y los medios de prensa, en particular la televisión: ese discurso, que casi no tiene contradictores, es que la convertibilidad fue un desastre (en Hong Kong llevan décadas de éxito con una moneda convertible), que las buenas relaciones con Estados Unidos eran una señal de sumisión, que el gobierno acierta en elegir como aliados a Castro y Chávez, y que estamos mejor que en la denostada década del 90 (pese a que las estadísticas y la realidad muestran lo contrario). Aunque no dé réditos electorales en el corto plazo, prestarse al juego de la condena permanente de Menem, de Cavallo, del neoliberalismo, de las privatizaciones, de la política exterior pro-occidental es relegarse al papel de oposición de su majestad: se discuten las formas, pero no el fondo. No hay dudas de que Kirchner es autoritario y hegemónico, pero no pueden reducirse las críticas a eso. Aunque fuera democrático -que no lo es- y honesto -que tampoco lo es- no dejaría de ser un izquierdista equivocado, que está llevando al país a una nueva frustración. Sugiero que se muestren por todos los medios, las estadísticas de la pobreza (más pobres que en la década del 90), de la producción industrial (menor que en 1997); que se ponga de resalto que las cifras espectaculares que presenta el el gobierno como éxitos propios, están siempre relacionadas con el año 2002, que marcó el piso en cuanto a ingreso, producto y consumo, pero no desdibujan una realidad de cartoneros, carros de tracción a sangre circulando a toda hora por las ciudades, y salarios muy bajos, que son la contrapartida del dólar alto. Puede ser que me esté equivocando -Dios quiera- pero hasta ahora, la estrategia de Macri-López Murphy de la no confrontación y de no quedar "pegado" al menemismo ha dado exiguos resultados.
Julio, qué quieres que te diga, 100% de acuerdo con vos. Me alegra mucho ver que todavía queda gente a la que no le llegó el lavado ideológico o perdió la memoria y que, por sobre todas las cosas, se anime a decirlo.
Con mucho dolor te digo que creo que el país es esto. Un completísimo catálogo de cuando lugar común de izquierda anda dando vuelta por ahí. Macri es más de lo mismo, el típico "empresario argentino", siempre en búsqueda de la prebenda y el calorcito del estado.
Ya no se discute absolutamente nada, lo más a derecha que se puede estar en la Argentina es sostener que Fidel es un dictador.
Luis: ¿qué hacemos? Lamento que tu sitio sea un lugar en Canadá. Sigo diariamente tu blog, pero lamentablemente vivo acá. En Argentina nos gobierna una camarilla de izquierdistas cavernícolas, que combinan la astucia -elemental, pero efectiva- en la política, con la absoluta estupidez, analfabetismo económico y adscripción ciega al discurso "políticamente correcto". Por desgracia, se dio el infierno que siempre temí: la captación por lo peor de la izquierda, de un movimiento ideológicamente indefinido, pero con una formidable capacidad para llegar al poder u obstruirlo, según el caso. ¿Cuál es la solución? Nunca fui peronista, pero hoy el eje de la discusión no pasa por la antinomia peronismo-antiperonismo que quiere reflotar, paradójicamente, cierta izquierda que se cree intelectual o moderna, y caen en el juego algunos liberales "asépticos" o lópezmurphystas que creen estar en Suiza. Muchos liberales -sobre todo porteños- siguen mirando con horror a Menem pese a que éste ha dado cabales muestras de que su filo-capitalismo y su postura pro-occidental responden a genuinas convicciones. Esa ceguera los lleva a olvidar los logros del menemismo, no sólo en lo económico, sino en la creación de un clima de tolerancia jamás visto en muchas décadas, que todo liberal debería valorar, y ahora ha desaparecido. Decir que "todos los peronistas son iguales", o alegrarse de las derrotas del peronismo ortodoxo en manos de la izquierda loca, son muestras de una frivolidad o inconciencia de la que sólo pueden darse el lujo los "paquetes" argentinos. Cualquier alternativa al montonerismo gobernante, debe buscar el apoyo del electorado menemista sin los prejuicios de la izquierda porteña de Villa Freud (a quien siempre le irritó ese morochito petiso riojano,que hablaba con tonada provinciana; ese "caudillo plebeyo" al decir de la vizcondesa Fernández Meijide). Con lo importante que es la lucha en el terreno de las ideas, no se ganan las elecciones ni se consigue el poder con debates académicos en fundaciones liberales o filo-liberales. Hay que llegar a la gente común, y obtener espacios en los medios de prensa, con un discurso netamente confrontativo. La estrategia política del "macrismo" o el "lópezmurphysmo" comporta la rendición anticipada, aunque muchos de sus adherentes no se den cuenta.
Julio, te lo vuelvo a repetir, comparto lo que dices. No sabes las peleas y discusiones que tuve en Argentina, y lamentablemente con argentinos que viven acá, por estos temas.
Insisto en que no se trata de estar de acuerdo en todo, ni ser de derecha o de izquierda. Si se trata de consensos mínimos y de racionalidad. Se puede estar más o menos a la izquierda, pero es un suicidio caer en el grado de delirio con el que se maneja gran parte del espectro político en Argentina, aún gran parte de los que se dicen de derecha.
Vos me preguntas qué hacemos. Muy buena pregunta. Nuestra decisión de irnos del país se debe en gran medida a un cambio de vida. Más allá de los problemas del país, fue darse cuenta finalmente de que los que no encajábamos ahí éramos nosotros. No podía ser que el 90% de la gente con la que me relacionaba se haya vuelto loca de golpe. Era claro que el que estaba mal era yo. Todas las almitas torturadas que se mataban hablando de los pobres y de la corrupción durante los 90, del “genocidio económico”, de pronto, con indicadores 3 o 4 veces peores, me decían que “pobres hubo siempre” y que “corrupción hubo siempre”, que si no hay zapatos para todo el mundo, es preferible que todo el mundo ande descalzo.
Si me preguntas en este momento, te tengo que decir con total honestidad y con mucho dolor que no veo un final feliz para el país.
Hago una pregunta,y no es en joda.Tengo en claro que y quien es "la izquierda",tengo en claro que y quien es "el liberalismo o economia de mercado", pero no tengo en claro que y quien es "la derecha"...alguien puede responder claramente esta duda. Gracias.
Respondo a Héctor o "Anonymous": La derecha o izquierda -así como arriba o abajo- son ubicaciones referenciales, comparativas, y como tales, relativas a un cierto lugar y un determinado tiempo (los republicanos eran el partido de izquierda en el siglo XIX, y los demócratas los esclavistas). En la década del 90 yo era mucho más "centrista" (no me gustaba el abuso de los decretos de necesidad y urgencia; mis objeciones eran de índole republicana , y cometí el error de votar a De la Rúa), porque el gobierno y la opinión pública no se habían corrido tanto a la izquierda (recordemos la "Carta a los Argentinos" de la Alianza, y su apoyo a la convertibilidad). Comparados con la Argentina loca actual, Lula o con mayor razón, Lagos, serían de "derecha", pues comparten muchos puntos de vista que, en rigor, sólo constituyen una muestra de racionalidad mínima, pero que en nuestro país se atribuyen a la "derecha". Es usual que los medios de prensa sitúen a López Murphy en esa zona del espectro ideológico pese a que tiene o tuvo como simpatizantes a personas que vienen de lo que suele ser considerado izquierda: Marcos Aguinis y en forma más manifiesta aún, Juan José Sebreli. Patricia Bullrich está más cerca de la "derecha" o del centro. Todo pensamiento o toda expresión que que no sea afín a Chávez o a Castro (para nuestros medios de prensa, Fidel)es considerado de derecha en Argentina, y por cierto lo es si se compara con los delirios que forman el espurio consenso actual. En otras palabras, hic (Argentina)et nunc (Octubre de 2005) aunque sea impreciso, no es desacertado incluir en la derecha a los seguidores de Menem, y en forma vergonzante López Murphy, Sobisch, Cavallo, Patricia Bullrich y algunos partidos provinciales.Quizás no responda a un esquema geométricamente perfecto, pero reproduce con bastante fidelidad el pensamiento de los votantes que no están de acuerdo con los lugares comunes que ocupan el centro de la escena en Argentina y que, por el contrario, quieren la economía de mercado, o en términos más amplios, el capitalismo; quieren que se respete el derecho de propiedad, y la presión tributaria, asi como el gasto público sean más bajos; no están de acuerdo con la desmesurada ampliación de los planes sociales; sin ser "fachos", creen que en la década del 70 no sólo existió represión ilegal, sino también terrorismo de izquierda, y que, en todo caso, la obsesión por lo sucedido hace treinta años sólo sirve para distraer la atención de los acuciantes problemas actuales; consideran que no es razonable estar más cerca de regímenes totalitarios, que de los Estados Unidos. En otros lugares del orbe, la gente ni se pregunta qué está a la "derecha" y qué a la "izquierda": sabe que la Unión Cristiano Demócrata alemana está a la "derecha" de la socialdemocracia, y que Angela Merkel propone soluciones más cercanas al mercado y a la reducción del Estado -al menos de la presión fiscal y de las cargas sociales- que Schroder. Pero en una Argentina signada por el predominio absoluto de la izquierda en el discurso oficial y en los medios de prensa, negar la dicotomía izquierda-derecha, es hacerle el juego a la izquierda, que sí tiene claro dónde está ubicada. Si, pese a lo antes expuesto, a Héctor o "Anonymous" no le gustan las expresiones "izquierda" y "derecha" prescinda de ellas, siempre que todos entendamos de qué estamos hablando. Más importante que formularse preguntas del tipo de las que contesto, es buscar consensos entre los que no están de acuerdo con el actual gobierno, totalitario y empobrecedor. No vaya a ocurrir que, como en Bizancio poco antes de su caída en manos de los moros, nos entretengamos con polémicas inconducentes sobre el sexo de los ángeles o, como en la fábula, nos preguntemos si los perros que nos persiguen son galgos o podencos; o si somos zorros estrictamente gamados. Cabe la posibilidad de que Héctor Anonymous pertenezca, en cambio, al grupo de los galgos, los podencos o los musulmanes de los ejemplos anteriores. Si así fuera, espero que en algún momento se dé cuenta de que está equivocado.
Las declaraciones de Macri no le suman votos -la izquierda no masca vidrio- sino le restan. Es hora de que la centro-derecha en Argentina se asuma claramente como tal, y ocupe su espacio no sólo en los comicios, sino en la opinión pública. Prestarse al juego de la demonización de la década del 90 (período en que, más allá de sus errores, el presidente hablaba sin complejos de economía popular de mercado; en que se privatizaba; en que tuvimos estabilidad monetaria por el lapso más largo desde 1943; en que nuestro país era claramente pro-occidental, y no amigo o amigote de Castro y Chávez) es ceder espacios ideológicos, rendirse sin batallar, y condenarse anticipadamente a los desastres electorales.
ReplyDeleteLa izquierda, al menos desde 1999 y claramente desde Diciembre de 2001, ha preparado el camino para su arribo y perpetuación en el poder, comenzando por el desprestigio, primero de Menem y la década del 90, luego de la convertibilidad, después del "neoliberalismo" y las privatizaciones. La derecha vergonzante, siempre a la defensiva, está permanentemente preocupada de desmarcarse de Menem: no sólo de lo malo que no era tanto, sino de lo mucho bueno que hizo, con lo que se le entrega el centro del ring -o si se quiere hablar en términos ajedrecísticos, el centro del tablero- a la izquierda.
Hacer el juego del antimenemismo, además de que no convence a la zurda, resta votos a la derecha y, lo que es más grave porque trasciende la coyuntura de una elección, permite que se enseñoree en el país un discurso único, repetido hasta el hartazgo por el gobierno y los medios de prensa, en particular la televisión: ese discurso, que casi no tiene contradictores, es que la convertibilidad fue un desastre (en Hong Kong llevan décadas de éxito con una moneda convertible), que las buenas relaciones con Estados Unidos eran una señal de sumisión, que el gobierno acierta en elegir como aliados a Castro y Chávez, y que estamos mejor que en la denostada década del 90 (pese a que las estadísticas y la realidad muestran lo contrario).
Aunque no dé réditos electorales en el corto plazo, prestarse al juego de la condena permanente de Menem, de Cavallo, del neoliberalismo, de las privatizaciones, de la política exterior pro-occidental es relegarse al papel de oposición de su majestad: se discuten las formas, pero no el fondo.
No hay dudas de que Kirchner es autoritario y hegemónico, pero no pueden reducirse las críticas a eso. Aunque fuera democrático -que no lo es- y honesto -que tampoco lo es- no dejaría de ser un izquierdista equivocado, que está llevando al país a una nueva frustración.
Sugiero que se muestren por todos los medios, las estadísticas de la pobreza (más pobres que en la década del 90), de la producción industrial (menor que en 1997); que se ponga de resalto que las cifras espectaculares que presenta el el gobierno como éxitos propios, están siempre relacionadas con el año 2002, que marcó el piso en cuanto a ingreso, producto y consumo, pero no desdibujan una realidad de cartoneros, carros de tracción a sangre circulando a toda hora por las ciudades, y salarios muy bajos, que son la contrapartida del dólar alto.
Puede ser que me esté equivocando -Dios quiera- pero hasta ahora, la estrategia de Macri-López Murphy de la no confrontación y de no quedar "pegado" al menemismo ha dado exiguos resultados.
Julio, qué quieres que te diga, 100% de acuerdo con vos. Me alegra mucho ver que todavía queda gente a la que no le llegó el lavado ideológico o perdió la memoria y que, por sobre todas las cosas, se anime a decirlo.
ReplyDeleteCon mucho dolor te digo que creo que el país es esto. Un completísimo catálogo de cuando lugar común de izquierda anda dando vuelta por ahí. Macri es más de lo mismo, el típico "empresario argentino", siempre en búsqueda de la prebenda y el calorcito del estado.
Ya no se discute absolutamente nada, lo más a derecha que se puede estar en la Argentina es sostener que Fidel es un dictador.
Luis: ¿qué hacemos?
ReplyDeleteLamento que tu sitio sea un lugar en Canadá. Sigo diariamente tu blog, pero lamentablemente vivo acá. En Argentina nos gobierna una camarilla de izquierdistas cavernícolas, que combinan la astucia -elemental, pero efectiva- en la política, con la absoluta estupidez, analfabetismo económico y adscripción ciega al discurso "políticamente correcto".
Por desgracia, se dio el infierno que siempre temí: la captación por lo peor de la izquierda, de un movimiento ideológicamente indefinido, pero con una formidable capacidad para llegar al poder u obstruirlo, según el caso.
¿Cuál es la solución?
Nunca fui peronista, pero hoy el eje de la discusión no pasa por la antinomia peronismo-antiperonismo que quiere reflotar, paradójicamente, cierta izquierda que se cree intelectual o moderna, y caen en el juego algunos liberales "asépticos" o lópezmurphystas que creen estar en Suiza. Muchos liberales -sobre todo porteños- siguen mirando con horror a Menem pese a que éste ha dado cabales muestras de que su filo-capitalismo y su postura pro-occidental responden a genuinas convicciones. Esa ceguera los lleva a olvidar los logros del menemismo, no sólo en lo económico, sino en la creación de un clima de tolerancia jamás visto en muchas décadas, que todo liberal debería valorar, y ahora ha desaparecido. Decir que "todos los peronistas son iguales", o alegrarse de las derrotas del peronismo ortodoxo en manos de la izquierda loca, son muestras de una frivolidad o inconciencia de la que sólo pueden darse el lujo los "paquetes" argentinos.
Cualquier alternativa al montonerismo gobernante, debe buscar el apoyo del electorado menemista sin los prejuicios de la izquierda porteña de Villa Freud (a quien siempre le irritó ese morochito petiso riojano,que hablaba con tonada provinciana; ese "caudillo plebeyo" al decir de la vizcondesa Fernández Meijide).
Con lo importante que es la lucha en el terreno de las ideas, no se ganan las elecciones ni se consigue el poder con debates académicos en fundaciones liberales o filo-liberales. Hay que llegar a la gente común, y obtener espacios en los medios de prensa, con un discurso netamente confrontativo.
La estrategia política del "macrismo" o el "lópezmurphysmo" comporta la rendición anticipada, aunque muchos de sus adherentes no se den cuenta.
Julio, te lo vuelvo a repetir, comparto lo que dices. No sabes las peleas y discusiones que tuve en Argentina, y lamentablemente con argentinos que viven acá, por estos temas.
ReplyDeleteInsisto en que no se trata de estar de acuerdo en todo, ni ser de derecha o de izquierda. Si se trata de consensos mínimos y de racionalidad. Se puede estar más o menos a la izquierda, pero es un suicidio caer en el grado de delirio con el que se maneja gran parte del espectro político en Argentina, aún gran parte de los que se dicen de derecha.
Vos me preguntas qué hacemos. Muy buena pregunta. Nuestra decisión de irnos del país se debe en gran medida a un cambio de vida. Más allá de los problemas del país, fue darse cuenta finalmente de que los que no encajábamos ahí éramos nosotros. No podía ser que el 90% de la gente con la que me relacionaba se haya vuelto loca de golpe. Era claro que el que estaba mal era yo. Todas las almitas torturadas que se mataban hablando de los pobres y de la corrupción durante los 90, del “genocidio económico”, de pronto, con indicadores 3 o 4 veces peores, me decían que “pobres hubo siempre” y que “corrupción hubo siempre”, que si no hay zapatos para todo el mundo, es preferible que todo el mundo ande descalzo.
Si me preguntas en este momento, te tengo que decir con total honestidad y con mucho dolor que no veo un final feliz para el país.
Hago una pregunta,y no es en joda.Tengo en claro que y quien es "la izquierda",tengo en claro que y quien es "el liberalismo o economia de mercado", pero no tengo en claro que y quien es "la derecha"...alguien puede responder claramente esta duda. Gracias.
ReplyDeleteHector.
Respondo a Héctor o "Anonymous":
ReplyDeleteLa derecha o izquierda -así como arriba o abajo- son ubicaciones referenciales, comparativas, y como tales, relativas a un cierto lugar y un determinado tiempo (los republicanos eran el partido de izquierda en el siglo XIX, y los demócratas los esclavistas). En la década del 90 yo era mucho más "centrista" (no me gustaba el abuso de los decretos de necesidad y urgencia; mis objeciones eran de índole republicana , y cometí el error de votar a De la Rúa), porque el gobierno y la opinión pública no se habían corrido tanto a la izquierda (recordemos la "Carta a los Argentinos" de la Alianza, y su apoyo a la convertibilidad). Comparados con la Argentina loca actual, Lula o con mayor razón, Lagos, serían de "derecha", pues comparten muchos puntos de vista que, en rigor, sólo constituyen una muestra de racionalidad mínima, pero que en nuestro país se atribuyen a la "derecha". Es usual que los medios de prensa sitúen a López Murphy en esa zona del espectro ideológico pese a que tiene o tuvo como simpatizantes a personas que vienen de lo que suele ser considerado izquierda: Marcos Aguinis y en forma más manifiesta aún, Juan José Sebreli. Patricia Bullrich está más cerca de la "derecha" o del centro. Todo pensamiento o toda expresión que que no sea afín a Chávez o a Castro (para nuestros medios de prensa, Fidel)es considerado de derecha en Argentina, y por cierto lo es si se compara con los delirios que forman el espurio consenso actual.
En otras palabras, hic (Argentina)et nunc (Octubre de 2005) aunque sea impreciso, no es desacertado incluir en la derecha a los seguidores de Menem, y en forma vergonzante López Murphy, Sobisch, Cavallo, Patricia Bullrich y algunos partidos provinciales.Quizás no responda a un esquema geométricamente perfecto, pero reproduce con bastante fidelidad el pensamiento de los votantes que no están de acuerdo con los lugares comunes que ocupan el centro de la escena en Argentina y que, por el contrario, quieren la economía de mercado, o en términos más amplios, el capitalismo; quieren que se respete el derecho de propiedad, y la presión tributaria, asi como el gasto público sean más bajos; no están de acuerdo con la desmesurada ampliación de los planes sociales; sin ser "fachos", creen que en la década del 70 no sólo existió represión ilegal, sino también terrorismo de izquierda, y que, en todo caso, la obsesión por lo sucedido hace treinta años sólo sirve para distraer la atención de los acuciantes problemas actuales; consideran que no es razonable estar más cerca de regímenes totalitarios, que de los Estados Unidos.
En otros lugares del orbe, la gente ni se pregunta qué está a la "derecha" y qué a la "izquierda": sabe que la Unión Cristiano Demócrata alemana está a la "derecha" de la socialdemocracia, y que Angela Merkel propone soluciones más cercanas al mercado y a la reducción del Estado -al menos de la presión fiscal y de las cargas sociales- que Schroder. Pero en una Argentina signada por el predominio absoluto de la izquierda en el discurso oficial y en los medios de prensa, negar la dicotomía izquierda-derecha, es hacerle el juego a la izquierda, que sí tiene claro dónde está ubicada.
Si, pese a lo antes expuesto, a Héctor o "Anonymous" no le gustan las expresiones "izquierda" y "derecha" prescinda de ellas, siempre que todos entendamos de qué estamos hablando. Más importante que formularse preguntas del tipo de las que contesto, es buscar consensos entre los que no están de acuerdo con el actual gobierno, totalitario y empobrecedor. No vaya a ocurrir que, como en Bizancio poco antes de su caída en manos de los moros, nos entretengamos con polémicas inconducentes sobre el sexo de los ángeles o, como en la fábula, nos preguntemos si los perros que nos persiguen son galgos o podencos; o si somos zorros estrictamente gamados.
Cabe la posibilidad de que Héctor Anonymous pertenezca, en cambio, al grupo de los galgos, los podencos o los musulmanes de los ejemplos anteriores. Si así fuera, espero que en algún momento se dé cuenta de que está equivocado.