Carlos Mira, con la claridad de siempre, se pregunta qué hacemos mal:
¿Qué hacemos mal? Obviamente, hay un alto grado de componentes entre las cosas evitables que se derivan de la propia personalidad del presidente. Una persona altamente insegura, desconfiada, permanentemente a la defensiva, produce conductas y hechos que no son los mejores ingredientes para las mejores medidas. Altamente sesgado, con prejuicios de adolescencia hueca y sin mayor capacidad de razonamiento, el presidente Kirchner se cansa de hacer las cosas que no hay que hacer. Se hace amigo y firma acuerdos que comprometen al país con lideres claramente desequilibrados como Chávez. Enarbola discursos anti-negocios que espantan la inversión de las empresas grandes. Concentra la administración en cuatro o cinco personas cuyos únicos antecedentes administrativos se desarrollaron en una copia en chico de lo que ahora sucede en el país, cuando el ahora presidente gobernaba como un caudillo del siglo XIX la provincia de Santa Cruz. Decide en función de odios y adoraciones personales como si el país fuera un ente que le pertenece y al que puede pintar de un único color, el que a él le plazca.
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