GANAMOS, PERDEMOS, SIEMPRE GANAMOS: Así es, cualquiera sea el resultado de las elecciones del domingo, con sólo ganar por poco Cristina Kirchner (ex Fernández) en Buenos Aires, el mismo será saludado como un triunfo sin precedentes en las alforjas de Néstor Kirchner. Se pierda en Capital, se pierda en Santa Fe, no tiene ya importancia, pues al ser una elección menor lo único que importa es lo que se diga el día después y allí empieza a actuar la extraordinaria máquina propagandística del presidente, que aceitando a los periodistas de siempre logrará que el titular de tapa no sea otro más que “el gran triunfo de Cristina en la provincia de Buenos Aires”. Los demás resultados irán en páginas interiores y sólo como estadística.
No deja de ser de gran curiosidad este comportamiento, que muestra un habilísimo presidente en lo que hace a la comunicación, a contrario sensu de ser un mediocre y por demás flojo administrador y gestor.
Si uno observa la gestión presidencial, no deja de sorprenderse: la pobreza está en limites insospechados, la presión impositiva es la máxima histórica, hay desnutrición infantil como nunca, la seguridad brilla por su ausencia, los agravios gratuitos están a la orden del día, la educación nunca ha sido tan dejada de lado, la libertad de prensa vive amenazada y, sin embargo, Kirchner es y va a ser el gran ganador del día después. Y, agrego: dentro de poco va a haber problemas con la provisión de gas y serios problemas para dar agua potable a vastos sectores del conurbano ante la descapitalización de Aguas Argentinas, producto de la pésima negociación llevada a cabo por la presidencia con el grupo operador.
Con un discurso agresivo, combativo y mendaz, el presidente se está mostrando como un líder con una gran capacidad de “manipuleo”, que para su provecho ha sido impecable, ayudado obviamente por una carencia de instituciones democráticas y una oposición atomizada y falta de ideas y de acción alarmante.
Habrá que buscar en la historia mundial algún paralelismo, no vaya a ser que nos llevemos desagradables sorpresas y después ya sea tarde. Aunque como dice Don Julio, “todo pasa, todo pasa…”.
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