Insisto con lo que vengo diciendo desde el golpe de fines de 2001 y la devaluación de enero de 2002. Los habitantes de un país de unos 8000 dólares per cápita tienen acceso a ciertos bienes y servicios, cierta calidad de vida y nivel de consumo, que no están disponibles para los de un país de 3500 dólares per cápita. Es inevitable, no hay magia ni artilugios contables que lo puedan disimular.
Lo mismo pasa con la inversión en salud. El gasto en salud de la Argentina durante los 90, década perdida si las hubo, era de aproximadamente unos 670 dólares por habitante. Después de la debacle de principios de 2002, cayo a menos de un tercio, y en la actualidad no debe llegar a los 300 dólares.
No hay que ser un experto internacional ni un sagaz analista para darse cuenta que con 600 dólares tenemos acceso a cierto nivel de prestaciones de salud y con 300 accedemos a otro nivel de servicios. Dos más dos es cuatro, no la mayoría de las veces, no en ciertas culturas o países, o para ciertas ideologías o visiones geopolíticas, sino Siempre, en Todos Lados y para Todo el Mundo.
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