Más de Gustavo Lazzari sobre el papelón de las papeleras (en realidad, se trata de plantas de celulosa, pero no se presta tanto a juegos de palabras). Me quedo con este punto:
6. El culto a la envidia (volumen mil)
Una nueva edición del culto a la envidia se refleja en el conflicto por las papeleras. Gualeguachú, la ciudad supuestamente afectada, es ruta obligada de los turistas que se dirigen a las playas mas selectas y top de Sudamérica. Punta del Este es el “balneario prohibido” por el actual gobierno, según crónicas periodísticas del diario Perfil.
Allí se dirigen anualmente las clases mas altas de Argentina, Uruguay y Brasil. Pese a que es mas barato veranear en Punta del Este que en el Calafate, refugio kirchnerista por excelencia, es un balneario visto con resentimiento por el acaudalado progresismo argentino.
Si las papeleras se hubieran instalado en la ruta a San Clemente o Santa Teresita, dos balnearios populares de la provincia de Buenos Aires, los ambientalistas no hubieran cortado el paso. Para un cínico del progresismo tiene un placer diferente cortar el paso a una 4x4 o un Volvo que a un Renault 12 con cubiertas recapadas.
La cuestión ambiental es solo una excusa para expresar el culto a la envidia, sin duda, la religión oficial de los argentinos.
El caso de las papeleras –en realidad, fábricas de pasta de celulosa- debe ser enfocado desde diversos ángulos:
ReplyDelete1) En primer lugar, tuvieran o no alguna razón quienes esgrimen el argumento del hipotético y futuro daño ambiental, Kirchner y su séquito no pueden hacer guiños cómplices a los cortes de ruta, ni alegar una ajenidad a ellos que nadie cree. En un presidente que, desde que asumió, se dedicó a consolidar su poder, no es imaginable que no pueda hacer nada para evitar las continuas y flagrantes violaciones del derecho fundamental de circular por el país, hacia y desde el extranjero (art. 14 de la Constitución Nacional). Ningún fiscal argentino inició la persecución penal contra esa acción delictiva, o si lo hizo, ningún juez adoptó ninguna medida tendiente a hacerla cesar.
2) Toda actividad industrial genera un impacto ambiental, grande, mediano o pequeño: las fábricas contaminan, los automóviles contaminan, los aviones contaminan, el ser humano contamina (inhala aire, que contiene oxígeno, y exhala óxido de carbono), y en última instancia, la mejor solución para la contaminación del medio ambiente sería la vuelta a la edad de piedra, y la muerte de varios miles de millones de seres humanos. ¿Eso queremos?
Mientras no estén definidos los derechos de propiedad sobre los bienes de aprovechamiento común se generarán externalidades, es decir, efectos económicos adversos que el sistema legal permite que se impongan a terceros, sin costo para el que emplea esos recursos. Pero aún si se pudiese establecer un precio por el uso de los recursos naturales escasos que no tienen propietarios individuales y existiera un “mercado de polución”, la solución sería quizás más eficiente desde el punto de vista económico (más próxima a un óptimo de Pareto), pero no se evitarían por completo los efectos externos: simplemente, el mercado haría que sea más costoso contaminar, y comparativamente menos caro buscar tecnologías de baja contaminación, pero no se podría eliminar la polución por completo: en teoría, lo eficiente es que el costo marginal social de la contaminación sea igual a su beneficio marginal social, y para ello, "internalizar" los costos sociales. No es fácil desde el punto de vista jurídico, pero es lo eficiente.
3) La torpeza de nuestras autoridades y cancillería lo único que ha conseguido es convertir en una causa nacional para los uruguayos, el tema de las papeleras. No se evitará que avancen las obras, generará resentimientos, y tendremos un nuevo enemigo, esta vez dentro del arco “progresista”.
4) Los cortes de ruta no sólo han perjudicado a quienes, como yo, gustan de veranear en Uruguay, sino al transporte terrestre chileno y brasileño, pues no se producen únicamente en Gualeguaychú-Fray Bentos, sino también en Colón-Paysandú y aún en Concordia-Salto Grande.
5) La postura de Taiana, de que Uruguay debería haber consultado con Argentina para permitir a empresas privadas ejercer una actividad lícita, responde a una mentalidad socialista, según la cual las empresas sólo pueden invertir cuando los gobiernos lo autorizan o exigen. Hace mucho tiempo los uruguayos vienen realizando inversiones importantes en forestación (son los árboles la materia prima de las plantas industriales de celulosa) y no van a perder el fruto de años de esfuerzos, para complacer a un vecino intemperante. Además, si el gobierno uruguayo pretendiese complacer al nuestro, y dispusiera paralizar la construcción de plantas ya autorizadas, se expondría a acciones legales de parte de las empresas afectadas. Uruguay es un país que, aun gobernado por la izquierda, respeta la legalidad y entiende, con razón, que existe una continuidad jurídica del Estado que trasciende a los gobiernos. Todo lo contrario de Argentina, en que cada presidente se considera –y es- un monarca electivo, y por ello, se cree autorizado a borrar con el codo lo que sus predecesores escribieron con la mano.
6) La estrategia jurídica de ir a la Corte de La Haya –supuestamente “progresista”- o amenazar con hacerlo, contradice la postura de fortalecer el Mercosur, que fue siempre la excusa para evitar la apertura comercial hacia terceros países.
7) El sitio web de la empresa Botnia www.metsabotnia.com/es/ muestra que el impacto ambiental fue analizado, y que los aspectos jurídicos (las normas aplicables) han sido estudiados. Si bien es una parte interesada, la lectura de esa página nos pone frente a una empresa seria, que con bajo perfil procura eludir la controversia, pero es consciente del marco legal e institucional de ambos países, y que procura evitar daños mayores al medio ambiente (En la página dice: “Los efectos dañinos de las emisiones de las fábricas de pasta se han reducido dramáticamente desde la adopción de la tecnología de tratamiento biológico de los efluentes. En las plantas de lodo activado se tratan efluentes...La eliminación del cloro elemental del proceso de elaboración de pasta, junto con el tratamiento biológico de los efluentes, ha logrado hacer caer la concentración de los compuestos de cloro orgánico (AOX) de los efluentes ya tratados a un nivel tan bajo que ya no se lo considera medioambientalmente significativo”). Como argentino desconfiado, podría decir que no está probado que así sea, pero ni el gobierno, ni los ambientalistas han ofrecido una contraprueba, ni han dado argumentos serios en contrario. Según la página web argentina de Greenpeace (www.greenpeace.org.ar), el problema no sería solamente el cloro –que según Botnia se ha reducido al mínimo- sino que además, deberían adoptarse criterios para la “explotación forestal sustentable, deberían evitarse las mega-fábricas y “el consumismo desenfrenado de papel”. En los términos en que Greenpeace plantea la cuestión, la única solución sería un control totalitario del papel que se utiliza (no mucho papel higiénico, capitalistas derrochones; no se lea demasiado).
Uno de los aspectos más criticables del fundamentalismo ambiental es que, como a la gata Flora, nada le viene bien. Hace algunos años, se propiciaba la sustitución de los envases de polietileno, que no es biodegradable y proviene de un recurso natural no renovable, como el petróleo, por papel; ahora, el enemigo es el “consumismo desenfrenado”. Excusas socialistioides de una ONG “progre”, que no alienta el debate racional, sino las medidas de fuerza, las patoteadas y la transgresión de la ley.
Julio, tu análisis es demasiado serio para la manera en que se encara este tema en el país. Te aseguro que por parte de los actores argentinos jamás se planteó de esa manera. Se trata de un mecanismo perverso más para no comer ni dejar comer. Es el siempre presente y harto conocido gataflorismo nacional. Lloramos para que vengan inversiones, pero si vienen, nos quejamos para que no vengan.
ReplyDeleteEn mi corta existencia me cansé de ver ejemplos de planteos similares: Minera Lumbrera, el proyecto minero en Neuquén, El Acceso Norte en Buenos Aires, Atucha II, y un largo etcétera. Es la historia de nuestras vidas.
Cada sociedad tiene derecho a elegir cómo quiere vivir su vida. Pero debemos aprender que cada decisión tiene consecuencias. Es necesario entender de una buena vez que no podemos pretender la calidad de vida de Canadá con la productividad de Bolivia.
Liberty Bell, gracias, justo lo leía esta mañana. Creo que cada día queda más claro que todo esto está mucho más relacionado con aquella famosa “máquina de impedir” tan argentina, que con cualquier cuestión racional, sea ecologista u económica.
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