Kirchner, la cultura y los derechos humanos
ALEJANDRO GOMEZ
El presidente argentino Néstor Kirchner hizo de los derechos humanos una de sus banderas preferidas.
Revisó lo ocurrido durante la dictadura militar y abrió las puertas para que fueran citados los represores que aún no habían comparecido ante la justicia.
En el período negro de la historia argentina fueron asesinados más de cien periodistas y escritores, actores, directores de cine y miles de personas relacionadas con la cultura tomaron el camino del exilio.
En su infinita estupidez, generales, almirantes y brigadieres quemaban libros y prohibían hasta la matemática moderna.
No hace muchos días, en La Habana, el subsecretario de Cultura argentino Pablo Wiznia recibió orgulloso una invitación de Cuba para que su país concurra a la Feria del Libro cubana del 2007 como el invitado especial. Dicen las crónicas que ''sonriente, se mostró convencido de que Argentina hará cuanto esté a su alcance para enfrentar el desafío fraterno de Venezuela''. Esto porque el país regido por el teniente coronel bolivariano y primer socialista del siglo XXI fue el invitado especial de la pasada feria.
Es de esperar que Argentina no incluya en el desafío la persecución de periodistas y una ley mordaza para los medios, pese a que Kirchner cede frecuentemente a la tentación de presionar a la prensa con el manejo de la abundante publicidad oficial.
Aceptar la invitación cubana a la Feria del Libro es una bofetada en el rostro de la cultura de ese país. Más allá de sus infinitas vertientes, la única patria que la cultura reconoce es la libertad, indisolublemente ligada a la creación artística.
La cultura cubana estará en los estantes vacíos de la feria, donde debieran estar los libros de Guillermo Cabrera Infante, Raúl Rivero, Zoé Valdés, Reynaldo Arenas y todos los que eligieron el destierro para poder expresarse. El ''dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada'' lanzado por Fidel Castro más la infame y estalinista ''autocrítica'' a la que fue sometido Heberto Padilla fueron una señal clara, hace 36 años, de que el destino de la cultura cubana era la cárcel, el exilio o el silencio.
En su momento, Castro invitó al jefe de los ''desaparecedores'' de personas y quemadores de libros, el general Videla, a una reunión de los No Alineados en La Habana y nunca dejó de hacer negocios con su régimen.
Todo eso lo sabe el presidente Kirchner, como también debe saber el acoso que sufren la doctora Molina y su anciana madre, cuyo único delito es querer ir a conocer a sus nietos en Buenos Aires. Y la represión creciente lanzada contra los disidentes que aspiran a poder expresarse en democracia.
La preocupación de Kirchner por los derechos humanos y la libertad es, por lo menos, selectiva. La misma represión que era abominable en la Argentina de los militares es tolerable en la Cuba de Castro.
Estas actitudes están mostrando que el rey está desnudo y sus discursos sobre democracia y derechos humanos obedecen más a conveniencias políticas que a convicciones profundas.
agomez@elnuevoherald.com
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