Mar 24, 2006

Gobierno de Centro de Estudiantes

Ayer leía sobre el discurso de Kirchner en un acto municipal en la provincia de Buenos Aires en el que acusó de corruptos y de envenenar al agua, entre otras cosas, a los administradores de Aguas Argentinas. Más allá de la vergüenza ajena que me da, la verdad es que me impresiona mucho. Uno se imagina que esta gente es de lo peor pero otra cosa es escucharlo explícitamente.

El cálculo político es muy bueno, pero no deja de llamar la atención el enorme desprecio por la gente y la muy pobre imagen que tiene del argentino promedio que escucha estos discursos de cabotaje. El presidente sabe que el costo político de decir estas barbaridades sobre un concesionario de una empresa pública no tiene prácticamente costos en el corto plazo y en cambio le reditúa pingues beneficios políticos. Los franceses o españoles no van a contestarle en estos términos y para cuando nos terminemos de comer el capital Kirchner ya no va estar en el gobierno. En cambio, por muy poca plata tenemos a “la perrada” enfervorizada.

Lo peor es que los votos y las encuestas le dan la razón de subestimar al argentino promedio. Nos encantan estas cosas.

La vez pasada comentaba algo muy parecido. Me da la sensación de estar viviendo la versión extramuros de las locuras hormonales del centro de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de mis épocas de estudiante.

En esa época y en ese ámbito, a pesar de ser irritante y desalentador, no me preocupaba demasiado porque la cosa mayoritariamente no salía del ámbito de delirio sin contacto con la realidad en que se vive en la gran mayoría de las universidades públicas argentinas.

Pero a partir del golpe de 2001 y, sobre todo a partir del gobierno de Kirchner, siento que toda esa locura, todo ese desenfreno irresponsable, esa enorme vocación por vivir para siempre en el equivalente ideológico del mundo de Harry Potter, ha trascendido el ambiente relativamente recluido de las universidades y se ha convertido en la forma de hacer política en el país.

La sensación que me queda es que, más allá de las ideologías, la Argentina está gobernada por una especie de centro de estudiantes de Filosofía y Letras en esteroides. Las instituciones del país, y creo que gran parte de la sociedad, funcionan como un centro de estudiantes, con comportamientos y expectativas de centro de estudiantes.

Es como si el presidente del centro de estudiantes de mi facultad de esa época, el petiso de pelito largo de casi 30 pirulos, que hacia 7 años que cursaba materias de primer año de Filosofía, pregonaba el no pago de la deuda externa y organizaba pintadas a favor de la creación de los “Estados Unidos Socialistas Latinoamericanos”, de pronto hubiera sido teletransportado a la Casa Rosada y puesto a cargo de la presidencia de la Nación.

Me pregunto si toda una sociedad puede volverse loca de golpe o si siempre fuimos así, si en realidad teníamos todo este odio y resentimiento reprimido y al menor descuido saltó todo por los aires y quedamos tapados en aguas servidas.

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