Héroes anónimos

Se incendia un pozo petrolero de YPF en Salta, cerca del límite con Jujuy. Un infierno, nadie se podía acercar a menos de 50 metros por el intenso calor, no había forma de apagarlo. Desesperación en la empresa, el equipo especializado más cercano estaba por lo menos a dos días de viaje. Estensoro, el presidente de la compañía, ofrece un millón de pesos al que logre apagarlo.

En eso se escucha una sirena y aparece a lo lejos, en medio de la polvareda, la autobomba Bedford modelo 1959 del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Puesto Viejo, el pueblo del lado de Jujuy, con todo el destacamento en uniforme completo. Todos más solemnes que en desfile de 9 de Julio.

Los operarios del pozo les hacen señas para que se detengan, pero el camión sigue avanzando a toda velocidad. 200 metros. 100 metros. Empieza a pelarse la pintura. 50 metros. Se revientan los neumáticos y sigue avanzando. 30 metros. Se empiezan a derretir los cascos de los bomberos y sigue avanzado. Hasta que desaparece en las llamas.

Pasan 10, 20, 30 minutos y, de golpe, reaparece el camión en medio del humo. El incendio estaba controlado.

El personal de YPF no lo podía creer. Júbilo incontrolable. La gente los lleva en andas hasta una improvisada conferencia de prensa. Llueven las preguntas. Los cinco integrantes del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Puesto Viejo hacen frente a las cámaras en silencio, sucios y con los jirones chamuscados de los uniformes. Los periodistas y la gente de la empresa lo atribuyen al shock.

Al final, uno de los periodistas les pregunta qué van a hacer con el millón de pesos de recompensa de YPF. Ernesto Mamaní, dueño del almacén de ramos generales del pueblo y jefe honorario del destacamento, contesta con voz temblorosa que lo primero es hacer arreglar los frenos de la autobomba, porque casi se matan.