Muy interesante post en lo de Rubén BlogBis sobre la vuelta de la corrupción estructural. Perdón, pero parecemos chicos. No lo digo por Rubén, me consta que no cae en esas cosas, pero mucha gente en Argentina parece no entender que existe una relación directa entre la discrecionalidad de los funcionarios y las oportunidades de corrupción. ¿Cómo es posible que ahora nos sorprendamos por estas cosas?
Hasta la década del 80, el sector público de la Argentina llegó a dar cuenta de casi el 60% de la economía del país. Las empresas estatales argentinas, incluyendo las de servicios públicos, tenían un manejo absolutamente discrecional. Recibían permanentes transferencias millonarias en dólares del tesoro y en general operaban sin presupuestos, sin balances y prácticamente sin controles. Como no podía ser de otra manera, tenían pasivos por miles de millones de dólares al año, además de proveer un pésimo servicio. Existía toda una casta de “empresarios” que surgió a partir de y vivía de venderle al estado argentino productos y servicios de pésima calidad a varias veces los precios internacionales.
Ni hablar de la especulación financiera, el manejo discrecional del valor del dólar, de la tasa de interés y de los créditos oficiales, entre otras cosas. Me imagino que las personas de mi edad o un poco más se acuerdan, por ejemplo, de las habituales bicicletadas de todos los meses de los gobernadores al demorar el pago de sueldos unos días para hacerse la diferencia con colocaciones financieras de los fondos de la coparticipación. Mejor no hablemos de los regimenes de “promoción industrial”, de los bancos públicos, de la industria del juicio, de la venta de “patentes de corso”, y dos millones de etcéteras.
En los 90, por el sólo hecho de terminar en gran parte con ese modelo, se cortó de cuajo la corrupción estructural en el país. En comparación, los escándalos de los guardapolvos o de la leche en polvo parecen juegos de niños de jardín de infantes.
El golpe a De la Rúa fue puesto en práctica para volver a reciclar ese maravilloso modelo de país. Y su implementación avanza como siguiendo un libreto. Para todos los fines prácticos, las empresas de servicios públicos han sido nacionalizadas. El gobierno controla discrecionalmente las tarifas, los salarios y las inversiones. Los crecientes déficits operativos se cubren con “fondos especiales”, la nueva versión de los aportes del tesoro. Volvieron las adjudicaciones directas a los amigos y allegados del funcionario de turno. Ni hablar de la virtual restatización de los principales medios de comunicación del país y de un largísimo etcétera.
Como de tantas otras cosas, ¿nos olvidamos de esto también? ¿O existe una corrupción mala y una corrupción buena?
Insisto, para la Gran Clase Media Progre Argenta, la corrupción nunca fue una preocupación. Al igual que la pobreza, siempre se trató de una excusa para atacar un modelo de país que no considerábamos potable ideológicamente.
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