De La Nación de hoy:
La convocatoria a la plaza, los métodos utilizados, las presiones ejercidas, los incentivos a individuos de diversa jerarquía política pasibles de ser movilizados, también la euforia desmedida, el clásico verticalismo de atmósfera mesiánica y las rivalidades tribales entre facciones de lealtades competidoras reiteran un paisaje familiar en la historia del populismo argentino. Es probable que la foto de hoy de la Plaza de Mayo llena se parezca a las de decenas de plazas de la iconografía peronista, que fueron a parar a la bohardilla cuando alguien entendió que había que archivarlas junto con la marcha, el escudo del PJ y las menciones almibaradas de Perón y Evita. Pero así como la marchita se cantó en algún acto kirchnerista –nada es absoluto en el kirchnerismo– a la plaza, de repente, hubo que sacarle el polvo. Desde luego, ya no importa la plaza numérica, sino la cualitativa. Si fuera por cantidad, podría ser llenada sólo con la rala población de Santa Cruz, la provincia que Kirchner alineó detrás de él a lo largo de tres gobernaciones, mediante la tecnología que ahora conoce la Nación. La plaza será una dramatización destinada a mostrarle, en primer lugar, al propio universo peronista quién manda. Mostrará los ingredientes del pankirchnerismo y, es de esperar, la ejemplar coexistencia pacífica de todos ellos en un mismo espacio.
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