James Neilson sobre esa gran pasión argentina de quedar pegados a cuanto estado rufián anda suelto por el mundo. Nos encanta sentirnos parias, sólo así nos consideramos exitosos. En el mundo real seremos unos eternos perdedores, pero en el maravilloso realismo mágico en el que nos movemos somos los campeones morales:
Ingresar a la Unión Europea no es nada fácil. Para ser aceptados, los países aspirantes tienen que incorporar a su legislación un acervo de más de veinte mil leyes, algunas relacionadas con asuntos tan importantes como el tamaño y configuración de la banana y los ingredientes que se consideran apropiados para la leche.
Por fortuna, entrar en el Mercosur es muchísimo más sencillo. Si bien los especialistas insisten en que Venezuela tendrá que cumplir una multitud de normas arancelarias y así por el estilo antes de convertirse en un miembro pleno del club, tales detalles no preocuparán a nadie cuando, el 4 de julio, se firme en Caracas el tratado de adhesión. Para todos salvo los leguleyos, el trámite ya está completo.
Es más, a partir del día en que se dio a saber que Venezuela pensaba en incorporarse a la copia latinoamericana de la Unión Europea, Hugo Chávez habla y actúa como si no fuera sólo un miembro más del grupo sino su líder natural, pretensión que sus nuevos socios toleran porque el hombre dispone de muchísimo dinero y también porque cuenta con aficionados resueltos en los gobiernos "centroizquierdistas" de la región que ven en él el sucesor ya consagrado del viejo dictador cubano Fidel Castro en la lucha en buena medida retórica por alejarse de la influencia a su entender humillante de la superpotencia estadounidense.
http://www.youtube.com/watch?v=5BjrOi4vF24
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