Jun 30, 2006

Hipocresía progre

Pilar Rahola dixit, no se lo pierdan, no tiene desperdicio:

Algunas Preguntas Incómodas

Empiezo este artículo con la frase que me lanzó al sombrero un amigo de la izquierda auténtica, tan salvador del mundo, como esclavo de sus dogmas de fe. Hablábamos de la enésima noticia dramática de Oriente Medio, y me dijo: “lo que ocurre es que yo soy solidario con el dolor árabe”.

Me ahorro el análisis semátnico del “yo” con aires de exclusividad, porque considero mucho más valioso el sentimiento de solidaridad que, con sinceridad incuestionable, me expresaba. Éste es, muy probablemente, el nudo gordiano del desencuentro que tenemos, muchos de nosotros, con la cuestión israelo-palestina y, por extensión, con todo lo que atañe a la cuestión islámica.

Tanto en el caso de Irak como en el de Palestina, muchos de los jóvenes universitarios o periodistas, o muchos de los intelectuales comprometidos se mueven por pautas de solidaridad, convencidos de qué están defendiendo a las víctimas de sus verdugos. Y sin embargo, si ello es así, ¿por qué motivo me parecen tan estridentes algunos olvidos, y resultan tan brutales algunas indiferencias? A manera de respuesta, planteo algunos de los agujeros negros que la pretendida solidaridad internacional esconde en el interior de sus propias miserias. Víctimas y verdugos, pero ¿todas las víctimas? Y, ¿todas las víctimas lo son? Plagiando a Raymond Carver preguntaría, ¿de qué hablamos cuando decimos que hablamos de solidaridad?

Empecemos por el tema de Palestina. Me parece lógico y exigible que el mundo se exclame cuando mueren inocentes en Gaza. Pero ya no me resulta tan lógico que no se intente saber qué ha ocurrido, a tenor de la convulsión y complejidad que presenta el conflicto.

¿No existen terroristas que manipulan todo tipo de explosivos? ¿no existe el uso de una violencia generalizada que no tiene problemas en usar adolescentes para perpetrar matanzas? ¿No caen diariamente decenas de mísiles en las proximidades de la ciudad israelí de Ashkelón? De manera que antes de convertir al ejército israelí en una especie de escuadrón asesino, sin escrúpulos ni moral, sería necesario intentar conocer los hechos.

Pero no es el caso. De hecho, nunca es el caso cuando se trata de Israel. Con un automatismo que no se genera en ningún otro hecho luctuoso, la prensa da por hecho que es normal que Israel vaya haciendo matanzas indiscriminadas de civiles palestinos. Los titulares eran explícitos: “otra matanza de civiles a manos del ejército”, “el ejército vuelve a matar civiles”, “como es habitual, Israel…” Y así, lo habitual es dar una imagen torticera, perversa y criminal del ejército democrático de un estado democrático, sin ninguna voluntad de regirse por los códigos deontológico de la profesión.

Es probable que, como mi amigo, la prensa crea que está a favor de las víctimas, y sacrifique el bien superior de la solidaridad al bien público de la información. ¿Seguro? Entonces, ¿por qué no habla nunca de los palestinos víctimas de la locura integrista? ¿Por qué no de las madres que tienen prohibido llorar la muerte de sus hijos suicidas?; ¿Por qué no considera víctimas a los palestinos que soportan el Islam totalitario? Y, en un contexto más general, ¿por qué no habla de las musulmanas que luchan por su libertad, de las que quieren escoger a sus maridos, las que quieren emanciparse profesionalmente, las que quieren ser tratadas como seres humanos dignos?

¿Por qué, esta prensa que cree que está al lado de las víctimas, no se interesa por las masacres islámicas en el Sudán, con sus miles de asesinatos? ¿Por qué no nos explica la terrorífica asfixia que sufren los ciudadanos del Yémen? ¿Por qué no considera víctimas a los pobres iraquíes masacrados por los terroristas integristas? De hecho, ¿por qué habla de insurgencia y no de terrorismo?...

No. No es cierto. Mi amigo y sus muchos colegas no están interesados en las víctimas, sino solo en aquellas que caen bajo balas israelíes o americanas. Porqué su motivación no es la solidaridad sino un estadio ideológico superior –aunque moralmente inferior-: lo que realmente les interesa es poder usar a las víctimas para estructurar, con convicción, el antioccidentalismo que les define. Relativismo moral camuflado bajo la pátina del izquierdismo solidario.

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