De Carlos Ball, visto en BlogBis. La verdadera gran tragedia latinoamericana es que a pesar del monumental fracaso, siga habiendo tanta gente que siga apostando al delirio populista:
Llevo más de cuatro décadas en periodismo, analizando las ventajas de la libertad individual, el respeto por los derechos de propiedad, la libre economía donde las decisiones las toman millones de consumidores y no algunos pocos burócratas, la igualdad ante la ley y el estado de derecho, gobiernos limitados que protegen los derechos fundamentales de minorías y las ventajas de la paz, luego de comprobar que las guerras, además de arruinar y matar a inocentes, conducen ineludiblemente al crecimiento del gobierno y a la violación de libertades civiles, todo bajo la excusa de la defensa nacional.
Al igual que tantos otros latinoamericanos, tuve que emigrar a Estados Unidos. En mi caso para poder seguir expresando libremente mi opinión, algo que disgustaba profundamente a gobernantes “democráticos” venezolanos en los años 80. Fue entonces cuando aprendí, en carne propia, la inmensa diferencia entre “democracia” y “libertad”.
Los políticos latinoamericanos suelen esconder sus decisiones tras un manto “democrático”, como si el ganar una elección significara impunidad para pisotear derechos y despojar propiedades, premiando a los amigos y castigando a los enemigos. Además, con gran desparpajo manipulan, modifican o suspenden principios constitucionales que les resultan inconvenientes. Así vemos que las constituciones latinoamericanas, lejos de proteger la libertad ciudadana del abuso de los poderosos, son más bien interminables listas de pseudo-derechos, inventados para lograr apoyo popular, lo cual da carta blanca a los gobernantes para planificar la economía en beneficio propio y de los sectores que los apoyan, mientras aplastan o arruinan a sus enemigos ideológicos.
Los resultados de tan trágica comedia de errores están a la vista.
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