Santiago del Estero es una de las provincias más pobres y atrasadas del país. Un amigo me comentaba en estos días del resurgimiento a pleno de la empleomanía en esa provincia. Las cifras son espeluznantes. Sólo en la capital de la provincia, en una de las áreas de la administración pública, ingresaron entre 10.000 y 12.000 “empleados” nuevos, muchos de ellos con contratos por 6 meses, que se van renovando. Como en la gloriosa década del 80, cuando generar un “puesto de trabajo” era cuestión de decisión política, ya prácticamente no queda espacio físico para alojarlos. Estoy seguro de que pasa otro tanto en otras áreas de la administración provincial y municipal de la capital y en el interior de la provincia.
Es increíble que las cifras de desempleo no cedan a pesar de los planes sociales que se contabilizan como empleo genuino, las reestatizaciones, la vuelta del empleo público como subsidio encubierto al desempleo y de los salarios de miseria en dólares.
Honestamente no estoy seguro si somos plenamente concientes de que en gran medida estamos viviendo de prestado y que más tarde o más temprano se termina lo que hay para repartir. Tal vez por nuestra muy marcada vocación por el corto plazo lo sabemos y no nos importa. Total, la cuenta la va a pagar otro. No me quiero ni imaginar lo que va a ser terminar con este nuevo festival de “empleados” públicos. ¿Qué hacemos después con toda esta gente? ¿Creemos sinceramente que va a ser más fácil sacárselos de encima con un contrato por 6 meses?
En fin, nos gusta vivir así.
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