Hace varios días que buscaba este post pero no lo podía encontrar. El buscador de Blogger deja mucho que desear. Quería volver a ponerlo porque, como dice Marcelo en un comentario, creo que está muy relacionado con lo que venimos hablando por acá sobre nuestra tremenda vocación por el fracaso.
Nuestro paradójico logro, de Alejandro Rozitchner:
¿Y si nuestra delicadísima situación nacional no fuera una caída sino un logro? ¿Si algo nuestro, muy argentino, se estuviera satisfaciendo en este momento de desastre? ¿Es posible que suceda algo tan extraño?
¿O acaso no será que...?
No, no queremos salir de la crisis, es mentira. Decimos que nos gustaría ser un país que funcione, pero es falso, sentimos una poderosa atracción por el desastre. Hemos trabajado duramente para lograr esta sensación de abismo que hoy nos tiene hipnotizados. Durante años pusimos moneditas de angustia, escepticismo, crítica, pasividad y desconfianza en la alcancía del fracaso y por fin lo hemos conseguido: la crisis es nuestra criatura, nuestro bebe, estamos en la gloria.
Estamos realizando el ideal del tango, cumplimos con el destino fijado por nuestra miserable filosofía espontánea, esa que dice que la vida es dolor, que no se puede confiar en nadie, que ve canallez en todas las intenciones y en todos los actos, la que cree que el desencuentro es una verdad más grande que el amor, o que el mejor amor es el que no se da, el que pudo haber sido, y para la que el amor realizado es fastidio y decepción. No tenemos reparos en sentir que todo es mentira siempre, que el mundo es esencialmente engaño e ilusión, cualquier versión más esperanzada nos parece tonta o ingenua, y defendemos estas posiciones miserables como si fueran nuestra tabla de salvación. Estamos enamorados de la piedra que nos hunde, tal vez porque sentimos que hundirnos es justicia, porque no somos capaces de sentir que querer vivir es valioso y posible, porque no aceptamos la imagen de un sujeto feliz sin sentir que se trata de un egoísta o un imbécil y, en cambio, el sufriente, el caído, el decepcionado, nos parece una persona superior, meritoria. Por creerlo, producimos desgracia.
Que bueno Luis, debe ser la decima vez que lo leo y lo podria leer 50 veces mas.
ReplyDeleteHabria que hacer 40 millones de copias y tirarlas desde un helicoptero en todo el territorio nacional.