Mariano Grondona sobre la permanente fijación con el pasado de la Argentina como sociedad. A veces tengo la sensación de que tendemos a refugiarnos en el pasado para escapar un presente que nos suele resultar demasiado traumático y un futuro lleno de incertidumbre:
Al comentar la desaparición de Jorge López, de quien no se tienen noticias desde que declaró en el juicio contra el ex comisario Miguel Etchecolatz, el presidente Kirchner tomó su dramática ausencia como un signo de que "el pasado no está derrotado ni vencido".
Pero ¿el pasado es acaso un ejército al que hay que derrotar? La suposición presidencial plantea un difícil problema de interpretación porque, si algo caracteriza al pasado, es que ya no es . ¿Contra quién aspira a combatir entonces el Presidente? ¿Contra un ejército de fantasmas? Así como los molinos de viento no eran los gigantes que concebía la mente febril de don Quijote, suponer que se puede seguir en guerra contra el pasado es un abuso de la metáfora.
Al pasado no se lo puede combatir como si todavía existiera porque ya no se lo puede revivir para matarlo de nuevo. El pasado es un cadáver rodeado de memorias gratas e ingratas. Lo único que se puede hacer con él es estudiarlo desde el presente, que es el que en verdad existe, para no repetir los errores que precipitaron sus memorias más sombrías.
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