Oct 21, 2006
Mi abuela era una maestra total. Cocinaba como los dioses, una tarta de zanahoria impresionante, canelones para morirse, una tarta de manzana de locura. Pero para mí su fuerte eran las sopas. Me encantaban sus sopas. Mi abuela era capaz de hacer una sopa infernal con cualquier cosa que tenía a mano. Por supuesto, nada de caldo en cubo ni sopa en sobre ni lata. Eran sopas hechas desde cero, hirviendo la gallina o la carne para el caldo, con las verduras o lo que sea. Una locura. Creo que nunca más volveré a probar una sopa como esas.
Para mi abuela, gordito, rellenito, rosadito, pulposo era sinónimo de salud. Cuanto más robusto un chico, más sano era. La flacura era signo de enfermedad. Para preocuparse. Uno de sus dichos favoritos era “más vale que haga mal pero que no se pierda”. Me acuerdo de algunas noches en su casa, de adolescentes, sentados con mi hermano en la mesa de la cocina. Ella iba cocinando y nosotros comiendo. Mi hermano se liquidaba 11 milanesas. Yo, siempre más modesto, unas 7. Mi abuela nos decía “¡pero nene, eso es gula, gula!”. Pero seguía friendo milanesas que nosotros devorábamos como langostas verdes. Para ella era un placer vernos comer como lima nueva.
Resulta que ahora me entero que la humanidad se enfrenta a dos problemas de una gravedad inusitada. Por un lado, no me canso de escuchar que hay una epidemia mundial de obesidad. El futuro de la humanidad se parece al Gordo Porcel en su mejor época. O a Bergara Leuman. El fin justifica los medios, y aparece la policía culinaria que nos dice qué, cuánto, cómo y dónde debemos comer. Ahora que lo pienso, si viviera, muy probablemente mi abuela se hubiera convertido en una especie de bin Laden calórico y tal vez saldría en algún mazo de naipes de buscados.
Por otro lado, Gran Preocupación Gran en todo el mundo por la extrema flacura entre las modelos profesionales y quienes aspiran a serlo. Se trata de una epidemia mundial de bulimia y anorexia. El futuro de la humanidad se parece a un sobreviviente de Treblinka. Como se trata de un Problema de Sanidad Pública, aparece la policía de la flacura que se encarga de regular el peso mínimo de las modelos que desfilan en las pasarelas internacionales. En este caso mi abuela muy probablemente hubiera podido complementar su jubilación de docente con un laburo de consultora en engorde.
Pero en una de esas no tenemos que preocuparnos tanto. El promedio entre una epidemia mundial de obesidad y otra de flacura es una persona de peso normal.
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Todo un tema. Esta epidemia de obesidad es un producto de la abundancia y la falta de actividad física. Estoy seguro que después de comer 11 milanesas tu hermano se iba a jugar a la pelota por cuatros horas.
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