Nov 10, 2006

Relacionado con las elecciones en Misiones, Emilio Cárdenas se pregunta si llegó el fin de la “patria prepotente”, del matonismo como política de estado. Yo tengo mis dudas, creo que Kirchner o su esposa arrasan en las próximas elecciones, pero espero estar equivocado:

Prepotente, recordemos, es “el que abusa o alardea de su poder”. También el que, desde la ausencia de civilidad, amenaza permanentemente a los demás. Y ciertamente el que, de espaldas al respeto más elemental, agravia a sus adversarios. Así como el que, dueño intolerante de la verdad, no respeta a sus semejantes y el que cree que su palabra (que no puede expresar sino en forma de gritos o arengas) es –siempre – la ley y su visión, casi el evangelio. Prepotente es –asimismo – el que pretende manipular a su favor las instituciones y principios centrales de la República. También el que –desaprensivamente – designa funcionarios públicos pendencieros y casi sin idoneidad, y los mantiene. El que apaña a sindicalistas que hacen de la agresión y la grosería una estrategia y un estilo de actuación. El que, creyendo que todo se vende, trata de comprar conciencias. El que, en procura de consolidar impunidad, intenta controlar a la justicia. El que se atreve a dejar quemar iglesias. El que –cual “amauta” inca – se dedica a deformar la historia. El que desprecia a los demás. El que injuria sistemáticamente. El que se niega al diálogo. El que dobla siempre las apuestas. El que provoca o extorsiona, como hábito. El que a cada paso retruca. El que no escucha, porque cree que tiene todas las respuestas. El que no tiene otra cara que la de malo, la de la intimidación. El que, pese a los juramentos, no hace cumplir la ley, porque piensa que le conviene. El que, más allá de su investidura de mandatario de los demás, no se preocupa cuando actúa como descortés incorregible. Y, finalmente, también aquel que, ignorando la dignidad de sus prójimos, de pronto cree (equivocadamente, como lo demuestra lo sucedido en Misiones) que todas, absolutamente todas, las conciencias están (quizás como la suya) siempre en venta, porque “el bolsillo manda”. Y no es así. Misiones lo prueba.

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