Nov 29, 2006

Siguen los éxitos

Les pido por favor que no se pierdan estos comentarios de Julio al post de Amo a los Argentinos (espero por lo menos diez comentarios inteligentes o los agarro a la salida). No tiene desperdicio. Un lujo lo suyo, como siempre:

Muy bueno el artículo de Gabriel Pereyra, pero merece algunas observaciones:

1) Obviamente, K y su séquito son indefendibles, pero mucho me lamento que este conflicto estúpido alentado por un gobierno que parece salido de un centro de estudiantes provoque una bronca generalizada contra todos los argentinos. Casi sin excepciones aprecio a los uruguayos, su amabilidad, su orgullo sin petulancia; hasta aprecio a sus izquierdistas, más sinceros y menos retorcidos que los nuestros. Pero me temo que cada vez se profundizará más el sentimiento antiargentino, y comenzará una escalada de violencia verbal. Y si algo me dieron cinco décadas, además de colesterol, es la facultad de ver venir las cosas (no por talento, sino por experiencia), y sé que la violencia verbal precede a la violencia física; que los fracasos del gobierno, en vez de hacerlo reflexionar, harán que acentúa sus insensateces. Fui estudiante entre 1972 y 1977, y el grado de intolerancia, exaltación del odio y denuesto al "otro" de los años 1972 hasta 1976 (de parte de los montos y de los "fachos", la mayoría de ellos también peronistas o nacionalistas) primero preparó el camino para las armas, y luego coexistió con ellas.

Es probable que en este caso no haya enfrentamientos armados, ni operaciones de sabotaje contra Botnia (radicada, no nos olvidemos, en otro país), pero no lo descarto. Y aunque no haya nada de eso, la indisimulada simpatía o al menos aceptación del gobierno hacia los grupos que toman las calles y las rutas, puede convertir al país en ingobernable, sobre todo para un dirigente opositor que eventualmente llegue a la presidencia, y se vea en la disyuntiva de "reprimir" o dejar que los violentos se adueñen, de hecho, del poder. Antes de ser presidente Evo Morales, ganó las calles, y volteó a Sánchez de Lozada a través de un golpe civil, similar al de Diciembre de 2001 en Argentina.

2) No quiero ser mal pensado, pero veo detrás de los cortes de ruta, y de los "asambleístas" (algunos, sinceramente embaucados), un izquierdismo organizado. Organizado para lo negativo, pues su objetivo no es construir "un mundo mejor", sino hacer la vida imposible al capitalismo. Los socialistas, ante el fracaso del socialismo, procuran por todos los medios descalificar a las empresas capitalistas, y su nuevo "caballito de batalla" es la ecología (claro, no pueden hablar de éxitos de Corea del Norte o de Cuba).

3) El artículo coincide en gran medida con tu visión de los argentinos. Yo no estoy seguro de que la estupidez "políticamente correcta" no sea una moda universal. Me parece que la "corrección política" es el discurso predominante en los artículos periodísticos de países desarrollados como Estados Unidos y Canadá; pero el problema argentino, es que la estupidez en nuestro país llegó antes de tiempo, copiando modas internacionales. La época de Menem coincidió con la caída del comunismo (1989), y en ese momento, gran parte de los argentinos pensaban que la solución era el capitalismo. Poco a poco, como en el resto del mundo, el socialismo, que estaba totalmente desprestigiado, comenzó a ocupar espacios en los medios de difusión (Jean Francois Revel, "La gran mascarada").

Como destacaba Schumpeter ("Capitalismo, socialismo y democracia"), los llamados "intelectuales" -entre los que engloba a los periodistas- ejercen una tarea esencialmente destructiva. En el sentido schumpeteriano, los intelectuales no son personas especialmente inteligentes -muchos de ellos, lindan con la oligofrenia- ni menos aún con cultura económica. Con la generalización de la TV, ni siquiera escriben. Su ocupación es el uso de la palabra, y su difusión generalizada, entre un público que procesa imágenes y emociones, no conceptos, análisis ni razonamientos (Giovani Sartori, "Homo videns"). Por razones de mercado, un "intelectual" tiende a ser anticapitalista, pues así es más probable que ocupe la escena pública; también es probable que sobreactúe su inconformismo.

Curiosamente o no, el capitalismo hace poco o nada por defender, en el campo de las ideas, al sistema en sí mismo. Las empresas capitalistas se ocupan de la protección de sus intereses sectoriales, pero no de la subsistencia del sistema que posibilita su existencia. Quizás tenía razón Lenin, cuando dijo "los capitalistas nos venderán las sogas con las que los colgaremos".

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