Xavier Sala-i-Martín sobre una muy interesante iniciativa de microcréditos en África, al estilo del programa de Yumus. Me pregunto si realmente puede funcionar. No lo sé, pero que este autor esté entusiasmado no es poco decir:
Muhammad Yunus y el banco Grameen han sido galardonados con el premio Nobel de la Paz por su contribución a la erradicación de la pobreza a través microcréditos. La idea es brillante y se basa en la constatación de que ningún país en la historia del planeta se ha desarrollado sin empresas prósperas. En la medida que la barrera que impide la creación y el crecimiento de esas empresas es la falta de capital (y no la falta de espíritu emprendedor, la falta de ideas o la falta de capacidad organizativa, que también pueden ser impedimentos), la existencia de esos microcréditos permite a pequeños emprendedores comprar la máquina, el producto o la instalación necesaria que les permite crear o expandir su negocio. Con un crédito de pocos centenares de euros, una señora con iniciativa puede comprar secadoras, champús y tintes y montar una peluquería que le permitirá a ella y a tres o cuatro personas más ganarse la vida en Bangladesh.
Es muy importante que el capital no sea donado sino prestado. Al fin y al cabo, la única manera de crear riqueza y empleo de verdad es que el negocio sea sostenible y pueda sobrevivir sin donaciones que generen dependencia. También es importante el cobro de intereses (el banco Grameen cobra el 18% anual) para impedir que los que piden prestado sean polizontes de la solidaridad y vividores del dinero ajeno. Es decir, para que el invento del microcrédito funcione, es bueno que el banco recupere tanto el principal como los intereses de la deuda.
Imposible...se acaba el clientelismo.
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