Relacionado con lo que comentaba hace unos días sobre el anuncio de reforma de la constitución de Correa en Ecuador y su decisión de sumar al país al “socialismo del siglo XXI” de Chávez. Este es el punto de vista de Carlos Alberto Montaner:
El flamante presidente ecuatoriano Rafael Correa se ha declarado discípulo de Hugo Chávez y se anota en ''el socialismo del siglo XXI''. Sin perder un minuto, va a convocar a una asamblea constituyente para desguazar el modelo republicano y eliminar su tradicional equilibrio de poderes. Se propone construir un tipo de Estado fuertemente centralista, dominado por el ejecutivo, intervencionista y proteccionista, en el que las empresas ''estratégicas'' formarán parte del sector público. Además de socialista, el señor Correa manifiesta ser nacionalista, indigenista y católico ferviente. No le gusta nada el comercio libre con Estados Unidos, piensa repudiar la deuda externa (algo que ya hizo Argentina impunemente en tiempos recientes), y tratará de unir el destino económico de su país al MERCOSUR.
Es muy probable que la mayoría de sus compatriotas lo acompañe en la aventura. Ecuador es un país en el que una parte sustancial de la población es muy pobre. La promesa de crear rápidamente una sociedad rica e igualitaria suele ser tremendamente seductora en ese tipo de atmósfera. La ausencia de amplios sectores sociales medios inevitablemente conduce a un diagnóstico falso, pero muy persuasivo: los pocos que acaparan la riqueza son los culpables de la miseria general de la sociedad. Súbitamente, los pobres cambian de nombre y comienzan a llamarse ''desposeídos''. Alguien les quitó lo que les pertenecía. En ese punto, la envidia y la rabia se trenzan y se transforman en un bosque de puños cerrados que saludan la llegada del socialismo.
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