Roberto Cachanosky volvió de las vacaciones (seguramente se fue a Uruguay, como buen traidor y vendepatria que es). En su columna de hoy vuelve a explicar cuestiones elementales que, especialmente con nuestro tristísimo historial en la materia, ya deberíamos haber entendido hace generaciones.
El festival de subsidios y demás distorsiones sólo son sostenibles mientras haya plata para repartir. Pero a no preocuparse, como todo el mundo sabe que la plata no se termina nunca, esta vez seguro que sale bien:
¿Qué tenemos hoy en la economía argentina? Combustible subsidiado, subsidio para el transporte público, subsidio para los productores locales con el tipo de cambio, subsidio para los consumidores usando los precios máximos, prohibiciones de exportación que bajan artificialmente los precios y subsidian a los consumidores de carne, ahora se subsidian los precios internos del trigo y el listado puede seguir.
De toda esta maraña de subsidios, cuyo único objetivo parece consistir en "dibujar" un índice de precios al consumidor (IPC) que sea a gusto del paladar político del Gobierno, surge otro dato que no es menor. El ingreso de buena parte de la sociedad depende de decisiones burocráticas. Es el Gobierno el que decide cuál debe ser el ingreso de cada sector. Y cuánto mayor incidencia tenga ese sector en la formación del IPC, mayor será la regulación de sus precios o utilidades a la que estará sometido.
El otro dato por considerar es que esta política sólo es sostenible en la medida en que los recursos del Gobierno alcancen para mantener esta maquinaria de distorsión de precios relativos. Y aquí viene una aclaración que es importante. En toda economía los precios relativos cambian. Es la esencia de la economía. Las innovaciones tecnológicas y los cambios de moda, entre otros aspectos, van modificando la estructura de precios relativos y redireccionando la asignación de los recursos.
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