Horror porque en Argentina uno de cada diez diputados reconoce que es millonario. Insisto con lo mismo de siempre, el problema no es que sean millonarios sino cómo se hicieron de sus fortunas.
Me temo que en la gran mayoría de los casos se trata del uso del poder político y de la discrecionalidad para generar oportunidades de enriquecimiento espurias, mera transferencia de recursos, generalmente desde los sectores de menores ingresos hacia los de mayores conexiones políticas. Sería totalmente otro cantar si estas fortunas fueran el producto del éxito empresarial en un país normal, donde rige plena libertad para producir e intercambiar bienes y servicios.
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