Fernando Laborda en La Nación de hoy se refiere a los dos “espejismos oficiales”. El primero está relacionado a la bolsa de gatos de candidateados a las elecciones de la ciudad de Buenos Aires. ¿Qué tienen en común personajes tan diversos como Macri, la ex gorda Carrió y Pinky? Que absolutamente todos juegan campeonato para ver quién es más populista y dirigista. Representan en el mejor de los casos una versión un poco menos autoritaria y patotera de la argentina prebendaria de Kirchner.
El segundo espejismo es el clásico de todos los tiempos de que “inflación que no se ve, inflación que no se siente”. ¿Les tengo que decir cómo termina en su versión siglo XXI?
Hay otro espejismo en la Argentina: el de la inflación controlada. Sólo alguien muy ingenuo puede creer que el teorema del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, "precio que aumenta, estadística que se altera", puede tener efectos electorales positivos para el Gobierno.
Cualquier ama de casa, cualquier consumidor se da cuenta de que el índice de precios (sólo 0,3 por ciento de suba en febrero) es objeto de manipulaciones. El colmo de la tergiversación se presentó en los servicios de salud -los planes de medicina prepaga aumentaron el 22 por ciento, pero para el Gobierno la atención médica bajó el 0,6- y el mes próximo probablemente se registrará con la indumentaria y los útiles escolares, pese a que en un año el precio de un guardapolvos pintorcito pasó de 24,90 a 35 pesos.
El objetivo de semejante manipulación no es engañar al electorado. El fin sería otro, igualmente grave. Responde al hecho de que el 47 por ciento de nuestra deuda está expresada en bonos indexados por CER, coeficiente basado en el costo de vida, y a que por cada punto de inflación con un tipo de cambio quieto nuestro endeudamiento crecería en unos 600 millones de dólares.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.