Mar 24, 2007

Racionalidad

Carlos Mira sobre algunas de las cuestiones de base que deberíamos cerrar definitivamente si es que nuestro objetivo como sociedad es acceder algún día al mundo del desarrollo. Se trata de lograr consensos de mínima.

Yo insisto con que nos debe gustar vivir así, porque de otra manera hace rato que hubiéramos hecho algo para cambiar:

En primer lugar, los argentinos y su gobierno deberían desterrar, justamente, la creencia de que es posible alcanzar el desarrollo por la aplicación de metodologías originales, inventadas por la Argentina. El tema es central, porque la tara que el país parece tener con el berretín de inventar una formula de desarrollo propia es francamente llamativa. Parecería que los argentinos prefieren coquetear con la miseria antes de aplicar las recetas que ya fueron exitosamente probadas por otros. Es como si la dignidad nacional se pusiera a prueba frente a esta alternativa.

En segundo lugar, la sociedad debería archivar para siempre la idea de que estructuras colectivas como el Estado sean la fuente de las soluciones por encima de los valores predominantes del individuo. La destrucción de la autoestima individual como motor del progreso es crucial para el desarrollo económico. Un país en donde el conjunto social no tenga la confianza suficiente en las personas individuales como para encarar y resolver sus propios problemas, esta condenado a la pobreza.

En tercer lugar, los argentinos deberían desterrar dos conceptos interrelacionados de la riqueza que, en la medida en sigan siendo interpretados como hasta ahora, conducirán al país por la senda de la mediocridad y del resentimiento. El primero es la idea de que la riqueza es el conjunto de bienes físicos con los que el país cuenta. Frente a esto, el propio ejemplo de la Argentina (sobrecargada de regalos naturales de la Providencia) y de Japón (absolutamente excluido de todos) es suficiente como para terminar la discusión. El segundo es la idea de que la riqueza que tienen unos les falta a otros y que la pobreza de unos explica la riqueza de los otros. Este concepto es definitorio. Si los argentinos no adoptan la idea de que la riqueza radica en el intercambio de las múltiples relaciones humanas y que el producido de ellas es suficiente para mejorar a las dos partes de la relación al mismo tiempo, jamás tendrán el desarrollo.

En cuarto lugar, la Argentina debería cerrar el círculo de odio y resentimiento que recrea su pasado. En la medida en que la hoguera de las pasiones que multiplica las pasiones de la división siga ardiendo, el desarrollo no llegará. Alcanzar los niveles de los países de avanzada implica una empresa de unión que no se alcanzará fomentando la idea que sólo son argentinos los que piensan igual que el viento que impera en el momento.

2 comments:

  1. Luis, yo creo que si estaríamos contentos con este modelo de Argentina pordiosera es porque, me parece, hacemos lo mismo que en los '90: en esa década, creo yo, a muchos les gustaba el modelo económico menemista y ahora sucede lo mismo, pero con las políticas de Kirchner. ¿Qué quiero decir con esto? Que estoy notando lo siguiente: cuando un presidente aplica el modelo económico X, independientemente de si es liberal o no, la mayoría aplaude.

    Si hay algo de lo que estoy seguro, aunque soy pesimista para el caso argentino, es que en la mayoría de los países el cambio hacia el desarrollo se da de arriba (dirigencia política, económica, sindical, etc.) hacia abajo y no de abajo hacia arriba.

    Dejo esta frase de Armando Ribas que me parece interesante, si bien no estoy tan de acuerdo con la misma: "No son los pueblos los que generan los gobiernos que se les parecen, sino las clases
    dirigentes las que determinan los comportamientos de los pueblos".

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  2. Andrés, En la década del 90 las cosas se hacían a regañadientes, porque no quedaba otra alternativa. Veníamos de un par de hiperinflaciones y nos habíamos curado de espanto. Mucha gente y, sobre todo, muchos políticos y sindicalistas se callaron la boca o se sumaron por el alivio de haber frenado la inflación, como sea.

    La gente no aplaude cualquier política económica en la Argentina, me imagino que todavía no nos hemos olvidado de los 80 y de Alfonsín. Mientras haya para repartir, mientras tengamos pan y circo, la gente suele apoyar lo que más le resuena culturalmente. En este caso, un enorme sector de nuestra sociedad se sienten representados como nunca con este tipo de país, con la Argentina patotera, la que “desafía al mundo”, la que “da lecciones a EEUU”. Y la cosa va a durar mientras haya para repartir.

    Después te quiero ver.

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