Apr 18, 2007

El polvoriento disparate socialista


Carlos Alberto Montaner sobre el nuevo experimento populista del socialismo nacionalista en la región. Como en el caso de Argentina y de tantos otros países de la región, aunque no lo comparta puedo entender que tanta gente que depende de la voluntad de un funcionario para sobrevivir vote por estas barbaridades. Pero honestamente me resulta incomprensible el apoyo de ciertos sectores medianamente informados:

Los ecuatorianos van a redactar una nueva Constitución. Hay cierta oposición, pero sin mucha fuerza y todos acabarán pasando por el aro. Los convoca ansiosamente a la tarea el flamante presidente Rafael Correa, quien tiene a su favor a la opinión pública. ¿Qué esperan de este cambio? Sin duda, un brusco giro a la izquierda, hacia el socialismo, objetivo que comparten ocho de cada diez personas en ese país. ¿Cuál socialismo? Según leo en un buen artículo del politólogo Jaime Durán, especialista en medir la conducta y las creencias de las sociedades, el 80% de los que lo apoyan dice no saber lo que es el socialismo (por eso lo apoyan). De ese universo, un 10% está convencido de que ser socialista es ser una buena persona que, por ejemplo, ``ayuda a los ancianos a cruzar la calle''.

Los ecuatorianos, además, esperan grandes prodigios de la constituyente, como los niños esperan conejos de los sombreros de los magos. El 20% supone que arreglará el problema del desempleo, el 18% que mejorará la seguridad pública y un 9% está convencido de que aumentará la calidad de la atención médica. Sólo un 4% entiende que la constituyente es sólo una especie de enorme comité que se reúne con el objeto de redactar una nueva constitución. Para la mayoría de los ecuatorianos una constitución no es un conjunto de principios y reglas sino un recetario maravilloso que traerá la prosperidad colectiva.

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