Álvaro Vargas Llosa hace una muy interesante comparación entre la situación de Rusia y la de Latinoamérica. Lamentablemente, creo que tiene razón cuando dice que el despotismo populista está más vivo que nunca en ambas regiones:
Gracias al regreso del populismo, un buen número de países latinoamericanos se encaminan en la dirección de Rusia, aunque con menos peso geopolítico. La fórmula suele ser: origen democrático, destrucción de las instituciones republicanas desde adentro y aprovechamiento de recursos naturales con mucha demanda internacional. El domingo pasado, los ecuatorianos votaron abrumadoramente a favor de elaborar una nueva constitución. En esto, Correa, que desea reemplazar a la democracia por un régimen autoritario, sigue el ejemplo de su amigo Hugo Chávez y del boliviano Evo Morales. Si los actuales gobiernos de México y el Perú no brindan resultados, podríamos fácilmente ver a los populistas tomar las riendas del poder también allí.
Hay diferencias de grado y los contextos son disímiles, pero Rusia y América Latina son producto de historias dominadas por la ausencia de derechos civiles y derechos de propiedad. En Rusia, toda la tierra perteneció al Zar o a la nobleza hasta el siglo 19; los campesinos, la mayor parte de la población, estaban sujetos al Estado o a terratenientes privados. Luego, los comunistas reemplazaron al Zar. La ausencia de una tradición liberal arruinó la transición a la democracia y la economía de mercado en los años 90; de allí la Rusia de Putin. En América Latina, las repúblicas del siglo 19 preservaron la estructura oligárquica de la colonia. En el siglo 20, oscilaron entre la democracia populista y la dictadura militar, un tipo de tiranía menos perfecta que el comunismo ruso. Lo cual explica el surgimiento de lo que Tatiana llama una "sociedad civil más vibrante" en América Latina.
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